­Lunes, aún no son las ocho y media de la mañana. Queda más de media hora para que abra al público el supermercado que la cadena Mercadona tiene en el casco histórico de Vélez Málaga. Pero Juan José López ya ha empezado a cargar la furgoneta con productos que no son aptos para la venta, pero sí que reúnen las condiciones perfectas para su consumo. El destino: el comedor social donde la ONG Emaús atiende a diario a 170 personas en riesgo de exclusión.

Esta labor escapa con frecuencia a los focos, porque para las diez de la mañana ya está completada la primera tarea del día para el propio Juan José. Es, por otra parte, la que más satisfacción personal le genera. «A diario, de lunes a sábado, es lo primero que hacemos. El resto del reparto a clientes viene a continuación», argumenta.

Para Eva Casal, la gerente de los comedores sociales que gestiona Emaús en la provincia (además de en Vélez Málaga trabajan solidariamente en Antequera, Estepona o Málaga capital), Mercadona desde este verano ha aportado «mayor variedad a los menús, gracias a sus nuevas donaciones». Los beneficiarios son los primeros que lo han expresado, nada más incorporarse más productos a las aportaciones anteriores.

López es recibido en el comedor veleño por los seis voluntarios que trabajan en sus instalaciones. «Es algo muy especial. Les traigo productos en buen estado que por fecha u otras circunstancias tendríamos que tirarlos a la basura. Se crea una cierta familiaridad tanto con los propios voluntarios como con algunos usuarios del comedor que puedan a primera hora pasar por aquí», confirma el propio repartido de la cadena Mercadona a este periódico.

Eva manifiesta que la actividad en el comedor social es frenética desde primera hora, de ahí que le agradezca a Mercadona que el reparto de carácter benéfico sea el primero del día. Para el mediodía ya empiezan a llegar titulares de las familias beneficiarias que retiran para el almuerzo «un menú caliente compuesto por dos platos».

Emaús sólo en Vélez Málaga tiene una plantilla integrada por tres empleados fijos, a los que les ayudan un mínimo de tres voluntarios. «Vienen algunos familiares incluso a aportar lo que pueden, hasta colaboran para tirar la basura a diario», expresa. En cuanto a la labor que en la capital axárquica desarrollan desde la fundación del comedor hace cinco años, Casal agrega que el recibimiento «desde el principio fue muy bueno. La ciudad se ha volcado con nosotros. En su día firmamos un convenio con la Agrupación de Cofradías y recibimos una ayuda muy importante del grupo de gobierno del Partido Popular, que luego el actual gobierno renovó. Lo cierto es que no tenemos ninguna queja. Al revés, la gente está muy pendiente de nosotros y la culminación es la ayuda que desde este verano hemos empezado a recibir por parte de Mercadona», manifiesta.

Ahora las cantidades para preparar los platos han aumentado y eso también lo agradecen los cocineros, que tienen «una mayor disponibilidad en la despensa y a diario». Además de los platos calientes para el almuerzo, en el horario de cena se entregan a las familias bolsas con «bocadillo, fruta, yogures o zumos y dulces».

Mercadona apunta que la elección de un comedor social para no tirar determinados productos parte de «la necesidad de que la logística sea muy ágil, dado que se trata de productos próximos a su fecha de caducidad, aunque nunca caducados y siempre en perfecto estado». La cadena apunta que en toda España se colabora actualmente con cerca de 150 comedores solidarios como el que Emaús gestiona en Vélez Málaga.

En la provincia malagueña, al ya mencionado hay que unirle los de Estepona y Antequera, además del comedor social de Santo Domingo y el de Cottolengo, en la capital. En el Plan de Acción Social se incluye esta labor, según Mercadona, que sólo en 2017 propició la entrega de más de 9.600 toneladas de alimentos, que representaron 3.100 toneladas más que el ejercicio anterior.

Aportaciones solidarias que, al realizarse a primera hora, incluso escapan a los primeros rayos de sol en determinadas épocas del año.