Quién sabe si a costa de la propia salud, ahora mismo hay algunos aspirantes a parlamentarios que han visto truncadas sus expectativas de ir en una lista. Horas de teléfono perdidas. Conspiraciones y confabulaciones. Promesas en la intimidad que luego se quedan en nada. El daño ya está hecho. En el pecado de creerse lo que no eran llevan su penitencia. La Junta Electoral exige a los partidos que entreguen sus listas electorales mañana por lo que los últimos días de esta semana han sido de alto voltaje en las ejecutivas locales y en los comités electorales.

Especialmente dura ha sido la lucha para entrar en la lista del PP. Había un jugoso puesto a repartir en el número tres. Una posición que garantiza la entrada al Parlamento sí o sí. Los populares sacaron cinco escaños en 2015. Entre casadistas ha estado la cosa. Personas alejadas de la dirección actual del PP de Málaga que vieron en la cabalgada de Pablo Casado una oportunidad para volver a la primera línea y curarse las heridas del pasado. El elegido ha sido Miguel Ángel Ruiz. Ya estuvo en el Parlamento durante la legislatura 2008-2012. Llegó al PP de la mano de Joaquín Ramírez y se alejó con Elías Bendodo. Desilusionado, apartado y sacado de combate. Así resumen personas del propio PP la trayectoria de Ruiz en los últimos años. Su cercanía con Ramírez le llevó a la Fundación Cánovas, de la que es su director en estos momentos. Entre sus grandes aciertos, el cómo ha sabido guiar la escuela de debate de la fundación. Mucho talento malagueño exportado fuera de nuestras fronteras. Pablo Sánchez, por poner sólo uno de los muchos ejemplos valerosos. Hay, en todo caso, escepticismo en el PP de Málaga. Miradas de desconfianza, como las que se le lanzan al nuevo de la clase que acaba de mudarse de otra ciudad. Ruiz no es ni mucho menos alguien que genera consenso. «Estuvo a punto de irse a Vox», resume la situación alguien que le conoce de cerca. La víctima directa de la inclusión de Ruiz es Juande Villena. Ambos remaron con fuerza para llevar a Casado a la presidencia y se supone que habían sellado un pacto entre amigos: «Tú (Ruiz) vas a las listas del Congreso y yo (Villena) al Parlamento». Por medio, el alcalde de Coín, Fernando Fernández, al que le habían hecho falsas ilusiones. La parte engañada, como en los buenos matrimonios, siempre es la última en enterarse. A Ruiz, aseguran en el PP, le une una amistad personal con Casado que viene de sus mejores años de juventud. La química que da el haber compartido noches de fiesta juntos es algo con lo que es muy difícil luchar. Y también contra la palabra de Esperanza Oña. La semana pasada, en una entrevista con este diario, aseguró que tenía preferencias para el número tres de la lista del PP, pero que no creía conveniente pronunciarse al respecto. Ya se puede sin problemas decir que ella quería a Ruiz.

Así, a Juanma Moreno le acompañan dos casadistas. Aunque dotar a Oña de esta adjetivación requiere matices. Ella ya tenía asegurado su puesto en la lista antes de que se desatara la guerra por la sucesión en el PP a nivel nacional. «Oña es de Oña», aseguran quienes la conocen desde hace muchos años. «Esperanza siempre ha sido un verso suelto», añade alguien en el PP que ahora mismo está al frente de una importante institución de la provincia. Vive un momento político en el que se gusta, si es que alguna vez ha dejado de hacerlo. No cabe duda. Si piensa en privado con las luces largas no se sabe, pero se intuye. Esta semana se ha calzado los tacones para hacer campaña en el Hospital del Guadalhorce y ha estado al lado de Moreno en la capital. «Ella va a por todas. Todavía se ve como futura presidenta del PP-A», dice un dirigente andaluz de primera al que le une una buena relación con Oña, aunque ideológicamente estén en las antípodas.