En sus hechuras se asemeja a una gran producción de Hollywood, pues en esta obra han participado una veintena de artistas plásticos y 26 escritores. El pasado martes se celebró en un abarrotado Salón de los Espejos la presentación de este libro, que conmemora los cien años del edificio consistorial: El Ayuntamiento de Málaga.

La obra es fruto del encargo del Ayuntamiento de Málaga a la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, y ha sido coordinada por los académicos Rosario Camacho, Ángel Asenjo y José Manuel Cabra de Luna, presidente de la institución.

Precisamente, José Manuel Cabra de Luna recordó en la presentación de esta obra de casi 400 páginas que la Real Academia de San Telmo asesoró entonces al Ayuntamiento en los aspectos artísticos del nuevo edificio, construido por los arquitectos Manuel Rivera Vera y Fernando Guerrero Strachan en los terrenos entregados por el Estado al Consistorio entre el cerro de la Alcazaba y el antiguo muelle, una vez se ganaron los terrenos al mar con la construcción del nuevo puerto.

En 1904 se inició el derribo de las viejas murallas y edificios militares que había en esa zona (la Comandancia, el Parque de Ingenieros y el Cuartel de Levante) y en el solar resultante se fue construyendo el famoso ABC (los edificios del Ayuntamiento, Banco de España y Correos).

La primera piedra del Consistorio se puso el último día de 1911. El edificio se entregó en una ceremonia el 9 de abril de 1919, en tiempos del alcalde Manuel Romero Raggio. Costó algo más de un millón y medio de pesetas.

Con la construcción de un moderno Ayuntamiento concluía el cansino deambular de la sede consistorial, desde que en 1849 se abandonaron por vez primera las Casas Consistoriales de la actual plaza de la Constitución por su pésimo estado de conservación (acabaron siendo derribadas). Antes de inaugurarse el nuevo edificio, recuerda la académica de San Telmo Mari Pepa Lara, el Consistorio ocupaba desde 1899 el antiguo convento de San Agustín.

Episodios municipales

Un siglo, valga la obviedad, da para mucho: visitas reales, capillas ardientes, discursos de bienvenida a grandes personajes... el palacio consistorial ha acogido actos de todo tipo.

Así, el primer Rey de España que entró en el edificio fue Alfonso XIII, en mayo de 1921, durante su visita a la provincia para inaugurar el pantano del Chorro.

El monarca, antes de entrar, pasó revista en la escalinata municipal a una compañía de soldados y a continuación entró en el Ayuntamiento a los sones de la Marcha Real. En el interior le esperaba, en el Salón de los Espejos (llamado entonces el Salón de Fiestas) un almuerzo en su honor.

Dos años más tarde, en el verano de 1923, los malagueños se agolparon delante de la fachada para no perderse el simulacro de evacuación del Consistorio por miembros del Real Cuerpo de Bomberos, que se deslizaron desde las ventanas más altas hasta el suelo por medio de larguísimas telas.

El motivo del acto había que buscarlo en la necesidad de comprobar las nuevas escalas y material de salvamento después del trágico incendio de la Aduana, ese mismo año.

Como curiosidad, la proclamación de la República el 14 de abril de 1931 se adelantó de forma simbólica hacia las cinco de la tarde cuando se izó la bandera republicana en el vecino edificio de Correos y Telégrafos.

Fue precisamente esa bandera la que reclamó el líder republicano Emilio Baeza Medina, acompañado por otros concejales electos, para que poco después fuera izada en el balcón del Ayuntamiento. A las siete de la tarde, enterado de las noticias de Madrid, salió al balcón Baeza para comunicar la proclamación de la República entre vivas de la multitud. La banda municipal, reclutada a toda prisa, interpretó entonces La Marsellesa entre el silencio del público, que prorrumpió en nuevos vítores nada más finalizar el himno.

A las 10 de la noche, en un Consistorio lleno, incluidos el patio y los pasillos, tomó posesión Emilio Baeza como el primer alcalde republicano.

Escuela de Español

A finales de los años 40, el edificio del Ayuntamiento sirvió incluso de escuela de español, al acoger el Curso para Extranjeros, una idea del concejal de Cultura Andrés Oliva.Consistente en lecciones y ejercicios prácticos sobre lengua española, en el Ayuntamiento se celebraron conferencias complementarias de alto nivel que dejaban constancia del carácter universitario de estas enseñanzas.

También ha servido para simbolizar la faceta más acogedora del Turismo, la que enlaza con uno de los lemas heráldicos de la ciudad: Muy hospitalaria. Así, en enero de 1960, cuando un grupo de niños franceses de la ciudad de Fréjus fue agasajado en el Ayuntamiento por el alcalde, Francisco García Grana, después de que la rotura de una presa en Fréjus acabara con medio centenar de vidas.

Esta recepción entronca con la que desde hace más de veinte años da la bienvenida todos los veranos a los niños bielorrusos que acuden a Málaga a pasar unos días y reponerse de la radioactividad de Chernóbil.

Vuelve la Democracia

Pero sin duda, el momento más emocionante de este siglo de historia municipal fue la escenificación de un «decíamos ayer» institucional, simbolizado en el acto del jueves 19 de abril de 1979, cuando en el salón de plenos tomaron posesión los 29 miembros de la primera corporación democrática, después de cuatro décadas de dictadura.

El recién elegido alcalde, el socialista Pedro Aparicio, hizo la siguiente reflexión: «Hoy se ha abierto una nueva puerta en la historia de España; la historia de nuestro gran país, que durante cinco siglos se ha debatido entre los partidarios de la oscuridad, del olor cerrado y del silencio, y aquellos otros que con sus ideas y trabajos han tratado de abrir ventanas de paz, de cultura y de justicia».

También hay que recordar, en 2002, la famosa cumbre hispano-francesa que trajo al Ayuntamiento a los presidentes de Francia y España, José María Aznar y Jacques Chirac.

Y como simbólico cierre de este primer siglo, el acto celebrado en febrero de 2009, en un abarrotado Salón de Plenos, en el que se inauguró una lápida en memoria de Antonio Cánovas del Castillo. En realidad, con este gesto se cumplía un acuerdo plenario, nada menos que del 10 de agosto de 1897, dos días después de su asesinato, por el que el Ayuntamiento se comprometía a recordarlo con una lápida.

Un sobrino bisnieto de Cánovas agradeció el gesto y declaró: «Todas las deudas han sido saldadas». Casi 112 años y 38 alcaldes después.