La casualidad ha querido que coincidan en el tiempo una iniciativa de dos profesores de la Universidad de Málaga y un empresario, para que La Farola sea declarada Bien de Interés Cultural, con la fastuosa y soñadora exposición de dibujos de Rafael Pérez-Estrada en la calle Larios.

Uno de los dibujos del gran Rafael nos muestra su particular proyecto de Catedral-Farola, en la que nuestro Templo Mayor se despoja del sambenito de 'Manquita' para colocarse la Farola en lugar de la torre ausente. Ni que decir tiene que la señal luminosa de este faro podría apuntar al cielo sin complejos.

Pero, por mucho que lo soñara y plasmara el inolvidable Rafael, la Catedral va camino de seguir exhibiendo durante mucho tiempo la ineptitud de los malagueños, incapaces de terminar una obra iniciada siglos ha, con el único fin de que se concluyera.

En terrenos portuarios, mientras tanto, los profesores Matías Mérida y Francisco Rodríguez Marín, y el empresario Francisco Sánchez, sí han pasado a la acción y acaban de solicitar a la Junta y al Gobierno central que La Farola sea declarada Bien de Interés Cultural.

La iniciativa no puede ser más acertada, teniendo en cuenta que sólo desde 2010 nuestro Ayuntamiento tuvo el detalle de otorgarle protección arquitectónica, pese a ser mucho más que un faro, como saben todos los malagueños: Se ha convertido en un símbolo de Málaga.

Por eso mismo, la protección del PGOU no es suficiente y hace falta dar un paso más para proteger en condiciones uno de los elementos más queridos de nuestra ciudad.

Para agilizar los trámites, puede decirse que los tres proponentes le han hecho el trabajo a la Consejería de Cultura y al Ministerio de Cultura, con un prolijo expediente de 62 páginas en el que están incluidos todos los aspectos posibles del faro diseñado por el marino e ingeniero militar coruñés Joaquín María Pery. No hay que olvidar que Francisco Rodríguez Marín es uno de los expertos que realizaron el primer catálogo de edificios del Centro y más tarde, del PGOU, así que sabe lo que hace.

Hace casi 20 años que el autor de estas líneas visitó La Farola con el último farero que vivió en ella. Las fotografías que acompañan el expediente, hechas en 2017, confirman que sus responsables la han tenido muy abandonada, por mucho que por fuera luzca blanca y radiante, como la novia.

La declaración de Bien de Interés Cultural resulta de cajón, por la influencia que La Farola ha tenido en la vida y en la imagen de Málaga, constatable en forma de carteles, fotografías, postales, revistas e incontables cuadros. También inspiró, como vemos estos días, a Rafael Pérez-Estrada una poética solución para acabar con la inoperante manquedad de nuestra Catedral.

Las generaciones futuras se merecen disfrutar de La Farola, como en Sevilla disfrutan de la Torre del Oro (Bien de Interés Cultural, por cierto).