En nuestros teléfonos móviles no solo guardamos contactos y descargamos aplicaciones. Es mucho más, es nuestro diario personal. Tenemos cientos de fotografías y vídeos, además de correos. Toda nuestra vida está en nuestros dispositivos. Cada persona toma de media 20 fotos y 6 vídeos a la semana, según una investigación de SanDisk.

También nos encontramos con archivos que nada tienen de bonito, como correo no deseado, publicidad, fotografías o vídeos que no nos interesan o archivos que no son útiles. Un 34% se queda sin espacio en su teléfono al menos una vez al mes y el 45% al menos cada tres meses, según revela el estudio.

Mientras que unos optan de forma urgente por eliminar todo lo que no sirve, a otras personas esa acción les genera ansiedad. Esas personas sufren el denominado síndrome de diógenes digital. Optan por comprar más dispositivos de almacenamiento para seguir guardando archivos antes que eliminarlos, puesto que les provoca ansiedad o nerviosismo.

Para el profesor de innovación en IE Business School, Enrique Dans, esta es una cuestión natural en las personas. «La gente almacena cosas en todas las facetas de su vida», pero marca la diferencia en lo digital, que «es prácticamente muy barato y sencillo». Comenta que como pasa con las cosas físicas, cuando se almacenan cosas en un dispositivo «tienes la historia de tu vida en correos, archivos o cosas que no borras».

Este síndrome no entiende de edad, o eso cree Dans, sino del nivel de uso de cada persona. «Si usas la tecnología de forma esporádica tiendes a tener hábitos menos consolidados, si lo usas para más cosas, tiendes a consolidar hábitos como recurrir a información de otro momento», eso lleva a no querer borrar nada, según determina el profesor de Innovación en IE Business School.

Para Enrique Dans, esta práctica es algo «benigno», que implica gastar más en espacio de almacenamiento que produce una «mayor falta o pereza ante la innovación», puesto que al final mantienes los mismos hábitos y es más difícil incorporar novedades. «No es un síndrome patológico o preocupante», comunica.

«Hay que diferenciar la adicción de guardar objetos de los que no puedas deshacerte con una cuestión que tiene que ver con cómo ocupas tu vida digital y no ocupar espacio». Con respecto a la ansiedad que le produce a la gente la idea de borrar estos archivos, opina que eso es un rasgo más de tu personalidad que no va más allá y que no guarda relación con como tratas «la vida digital».

Para la psicóloga Carmen Berzosa, el peligro de este síndrome recae «en el malestar que puede generar la no acumulación o incluso la posible pérdida de ese material». Según su criterio, una de las causas por las que las personas se niegan a borrar archivos es por el vínculo de apego establecidos a lo largo de su vida. «Como esa persona se ha relacionado emocionalmente con sus personas de referencia y con lo material», explica. Otro de los factores que señala es la personalidad o el estilo de crianza y modelo familiar así como los hábitos de autoconocimiento, cuidado, higiene y asunción de responsabilidades.

Una de las soluciones que aporta Berzosa es inculcar a los hijos labores de limpieza, cuidado y responsabilidad. «Los va a ayudar a poder decidir y así diferenciar lo que quiero mantener de lo que es innecesario».

La psicóloga no cree que se trate de una enfermedad, pero comenta que hay que estar atentos a los próximos años. La Organización Mundial de la Salud reconoce la adicción a los videojuegos como un trastorno de la conducta.

Por otro lado, la directora del Coaching Club, Verónica Rodríguez, opina que este síndrome supondría un peligro si afecta a la calidad de vida de la persona «si interfiere en nuestro ámbito profesional, familiar o de pareja». Comenta que ha trabajado con personas que sufren esta patología. «Miembros de grupos que trabajan en entornos virtuales, que han visto sobrepasada la cantidad contratada por su empresa de espacio en la nube, teniendo que solicitar una ampliación adicional».

Cree que se llega a estos términos porque al ser humano le cuesta comprender que, al igual que sucede en la vida, «la información virtual está sujeta a la obsolescencia producida por el paso del tiempo». Sostiene que al igual que durante nuestra vida vamos cambiando de amistades, pertenencias o casa, lo mismo debe suceder con la información que acumulamos en los dispositivo y que afecta principalmente «a las personas de carácter controlador y dominante», según ha podido observar.