En un barrio de Málaga, de cuyo nombre el firmante no quiere acordarse, la abundancia de casas mata y de mediana altura se vio bruscamente interrumpida por un edificio truculento, no sólo por la altura sino sobre todo, por la anchura, que por sus características fue bautizado por los vecinos como la 'Línea Maginot'.

El apodo, como sabrán, recuerda el brindis al sol del Ejército francés que, escarmentado tras los disgustos de la I Guerra Mundial, construyó una ambiciosa cadena defensiva, mayormente en la frontera con Alemania e Italia. Sin embargo, como la Línea Maginot no se concluyó a tiempo, cuando estalló la II Guerra Mundial las huestes de Hitler se limitaron a cruzar por el hueco (Bélgica) y a invadir el país de De Gaulle con toda la tranquilidad del mundo.

Como vemos, desde la construcción de este ineficaz sistema defensivo la Línea Maginot se ha empleado para hacer referencia a todo tipo de elementos que, en cierta manera, la evocan.

Hoy emplearemos el invento del ministro André Maginot para subrayar la larga barrera de defensiva de porquería y detritus que pueden encontrar los clientes del aparcamiento del mercadillo de los terrenos de Repsol, el que todavía muchos conocen como mercadillo de Huelin, por su antiguo emplazamiento.

El aparcamiento cuenta con dos zonas, una primera asfaltada y la segunda terriza. En esta segunda es donde los microbios han montado una espectacular estructura de cajas de frutas podridas y despanzurradas, televisores de tiempos del 'Un, dos, tres' en estado de descomposición y hasta un pequeño arbolito de Navidad, lo que quién sabe, lo mismo hasta nos da idea de cuánto tiempo lleva la zona sin limpiar, siempre que hablemos de las Navidades pasadas y no de otras anteriores.

En todo caso, el vigilante del aparcamiento informa de que la zona lleva muchos meses sin limpiar y reclama al Ayuntamiento que mande a alguien a desmantelar esta Línea Maginot de mugre.

Lo curioso es que, al igual que el sistema defensivo francés, no es una línea defensiva perfecta, sino que está llena de requiebros que se adaptan a la zona de hierbas altas y secas, donde se encuentra la mayor parte de la 'roña estercolera'.

Así que al recorrer esos puestos de defensa microbianos nos topamos con baluartes en los que imperan decenas de cajas de plástico y de madera, latas, botellas, bidones, hileras de ropa que nunca encontraron comprador, paneles, escombros, discos compactos, limones, fruta y verdura, bolsas de basura...

En esta rápida inspección de los efectivos, no ha encontrado un servidor el elemento icónico de todo espacio abandonado que es un váter coronando la escena. Den tiempo al tiempo y si el Consistorio sigue pasando del escenario, pronto lo tendrán en todo lo alto.