En el famélico catálogo de edificios protegidos de Málaga no hallarán ustedes un edificio soberbio, que quizás por su posible pasado plebeyo de haber servido como almacén, hasta la fecha no consta en la lista de edificios temporalmente salvados en todo o en parte.

Otra razón no se explica, porque convive con nosotros desde el siglo XIX, lo realizó el conocido arquitecto municipal Cirilo Salinas y es uno de los edificios más singulares de la ciudad, entre otras cosas porque no quedan muchos de su clase.

Si este criterio clasista se hubiera aplicado a rajatabla, también la casona de Félix Solesio, en calle Granada, en el erróneamente conocido como palacio de los Gálvez, quedaría sin protección, pues también albergó un almacén, en este caso para los naipes de la fábrica de Macharaviaya, ya que de Málaga salían para cruzar el charco y entretener al personal de las Indias.

Lo de 'salvación temporal' de los edificios que aparecen en el catálogo del PGOU viene a cuento porque, como hemos podido comprobar, da igual que un notable edificio lo haya hecho el autor de la calle Larios, que albergara a una de las familias históricas de la ciudad y que fuera, durante unos pocos años, Gobierno Civil de Málaga. Llega una promotora con un arquitecto de prestigio como señuelo y nuestros políticos adaptan la normativa a sus inauditas y abusivas exigencias. Por eso mismo ya no existe el edificio de Hoyo de Esparteros. Se levanta la protección y a otra cosa.

Visto el panorama, lo asombroso es que, sin protección arquitectónica alguna y a pesar de tanto bruto con despacho, el número 5 de la Alameda de Colón (los números 4 y 6 de la calle trasera, San Lorenzo) sigue en pie después de haber capeado, además de una Guerra Civil, el temporal del Urbanismo bravío.

Se trata de un inmueble de ladrillo visto de cuatro pisos y una buhardilla de ventanas ovaladas. Se aprecia una división, por los cuerpos distintos, entre la parte de (posibles) almacenes y las viviendas, estas con balcones de hierro forjado.

Uno de estos balcones, por cierto, durante muchos años floreció en la calle San Lorenzo, no porque alguien lo usara para colgar tiestos, sino porque un correoso arbusto se había abierto paso por la estructura y se adueñaba de él, como hacen las plantas tropicales en los templos de Camboya.

En 2011 el autor de estas líneas publicó una crónica en la que alertaba del abandono del edificio, vecino de otro gran inmueble de ladrillo visto, obra del arquitecto del XIX Diego Clavero, también sin protección.

El de Salinas ha llegado, felizmente, a la meta, porque estos días está siendo rehabilitado, el arbusto ha hecho mutis por el foro y el ladrillo visto se está desprendiendo de la mugre que comenzó a adquirir, quién sabe si en tiempos de Alfonso XII, pues Salinas murió en 1878.