La serie 'Malaka' ha concluido su primera temporada, y nos ha ofrecido una imagen periférica de la ciudad o habría que decir más bien poliédrica, porque ha combinado 'chaleses' de primera con infraviviendas en las que se trapichea droga y algo peor.

El contraste, incluso, lo hemos podido apreciar en un mismo espacio separado por unos pocos metros: por un lado la exclusiva terraza de los Baños del Carmen y por otro la caseta semiderruida que monta guardia junto a las extintas pistas de tenis.

En suma, ha mostrado en la pequeña pantalla las contradicciones de todas las ciudades grandes y no se ha limitado a reflejar, pues nunca ha pretendido ser un anuncio, el precioso decorado crucerista del Centro Histórico.

En otro rincón de esta ciudad, un mundo de obreros en mono, palés y naves industriales está a punto de dejar paso a viviendas y zonas verdes. Y, justo en este momento, se nos muestra como un interregno semiderruido en el que sólo falta Mel Gibson vestido de macarra apocalíptico (Mad Max).

En este sentido, más se asemeja a un plató de cine que a la realidad y no sabemos si a la segunda temporada de 'Malaka' -si se llega a grabar- le interesaría un paisaje tan desconcertante.

Hablamos del pequeño polígono industrial de La Pelusa, aunque también se conocía como el polígono de La Princesa, porque está al lado de este barrio, encajado entre el Carril de la Cordobesa y el último tramo soterrado de las vías de tren, pues el AVE surge de las profundidades nada más pasar lo que queda de este polígono.

Se trata de una zona industrial con calles con nombres de santas (Matilde, Justa, Rufina, Águeda), además de San Lucas, y cuyas vías confluyen en la plaza de San Fermín.

Como alguna vez hemos contado en esta sección, hace unos años las naves abandonadas dejaron de estarlo, y los vecinos protestaron por la proliferación de vagabundos y la aparición del trapicheo y consumo de droga... como en 'Malaka'.

El Ayuntamiento consiguió que las naves abandonadas se demolieran, aunque con el paso de los años hay alguna más vacía, convertida en un gigantesco palomar, como una que parte de la plaza de San Fermín y tiene toda la fachada surcada de pintadas y todo tipo de cicatrices pictóricas.

Es la misma zona que enlaza con esa tierra de nadie que conduce a las marquesinas de la Renfe. Tanto terreno improductivo fomenta los paseos con el perro para tratar de abonar la tierra.

Y pese a que las grandes parcelas, en las que brilla una miríada de vidrios machacados, están siendo valladas y se aprecia el trajín de las máquinas, queda todavía un pasillo de comunicación directa entre este descampado cuajado de escombros y el barrio de La Princesa.

Un escenario digno de 'Malaka', la serie de una ciudad con mil caras.