«Es curioso que la misma generación que protagonizó el movimiento obrero fue la que hizo la mili, y sin embargo, del servicio militar no he leído nada», cuenta José Antonio Ruiz Muñoz (Málaga, 1942), expresidente de la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga.

Esta reflexión fue la que le animó a publicar finalmente sus diarios escritos durante la mili, que Ediciones del Genal ha titulado ‘Soldado en tiempos de Franco. Un diario de la mili. Ceuta, 1964-1965’ (15 euros). Como explica, «por todos los sitios por los que he ido pasando he ido descargando mi furia y mi alegría, sin pretensión de publicar nada».

El afán de escribir, pero también de guardar documentos, aunque fueran ‘prohibidos’, fue lo que en 2011 ya motivó que donara cerca de 400 escritos clandestinos del tardofranquismo y la Transición al Archivo Histórico Provincial.

En el caso de estos escritos de mili tuvieron que sortear la censura militar. «En las cartas que iba mandando a mi madre o hermanos iba metiendo los papelillos y le dije a mi familia que los fueran guardando».

Tras finalizar la mili, cuenta que en 1965 reunió todos los papeles e hizo una primera copia pasada a limpio y a mano. Luego llegarían el paso al ordenador, la distribución a los amigos y el consejo del librero Paco Puche y el historiador Fernando Arcas para que los publicara. Esta semana presentó la obra en el Ateneo.

Los diarios cubren 15 meses de servicio militar en Ceuta de 1964 a 1965, primero en el campamento de instrucción y luego en el Cuartel de Automovilismo, donde llegó a ascender a cabo furriel tras aprobar un examen.

En su caso, cumplidos los 21 años tuvo que incorporarse a la vida militar y dejar su trabajo en los talleres de la Vers, donde su padre falleció años antes en accidente de trabajo.

De este año y tres meses de parón laboral cree que lo único positivo de la mili, «al menos para la gente malcriada es que decían que te enseñaba a ser un hombre. Y para el resto, lo positivo es que conocías a mucha gente, otro aspecto de la vida, y podías hablar con más propiedad del Ejército, pero eso no compensaba el sufrimiento y el corte de vida que suponía para todos».

Especialmente duro se muestra, en su diario de recluta veinteañero, con muchos cabos que tuvo de superiores. Así escribe, por ejemplo, de la figura del cabo primero de la época: «Un desertor del trabajo, sin educación y sin escrúpulos la mayoría de ellos. Precisamente hoy se ha dado la primera torta en serio y ha sido a cargo de uno de estos cabos».

En cuanto a los altos mandos, además de que, naturalmente eran «muy franquistas», también comenta a La Opinión que «no se metían mucho con nosotros» y pone el ejemplo del teniente general Gotarredonda, «que era muy severo pero con la clase superior, no con la tropa. Le gustaba que la instrucción estuviera en orden».

Al tratarse del servicio militar durante el Franquismo, los reclutas, además del 18 de julio, festejaban el 1 de octubre, ‘día del Caudillo’ y por tanto se levantaban una hora más tarde (a las 8 en días festivos, a las 7 en días laborables).

Capítulo aparte fue la asistencia obligatoria al estreno en Ceuta -ciudad que recuerda en aquella época como «un gran cuartel»- del documental ‘Franco, ese hombre’, en un cine en el que, «en la primera fila de general pusieron a los niños de la OJE, con la misión especial de que sirvieran de claque».

Al veinteañero José Antonio Ruiz, discípulo de Alfonso Carlos Comín y católico practicante, le chocó especialmente la asistencia obligatoria de cientos de reclutas a misa todos los domingos, en las que apenas un par de soldados comulgaban y alguno había que maldecía por lo bajo al tener que asistir a la fuerza. Por este motivo, escribió una carta al ‘páter’ o capellán castrense en la que le planteaba: «No tiene valor ninguno el llenar la capilla de personas que realmente se encuentran a disgusto».

La carta hizo que un capitán lo llamara a su despacho, en presencia de dos tenientes y que discutieran su punto de vista. Para su sorpresa, el capitán le contestó: «Yo, haciendo de juez imparcial, digo que la razón la llevas tú. Aquí lo que pasa, por desgracia, es que todos somos católicos ‘por cojones’ y esto hace precisamente que seamos menos católicos que en los demás países».

La otra cara de la moneda fue un registro a su taquilla para requisarle revistas consideradas progresistas como ‘El Ciervo’ o ‘Triunfo’. «Le dije la teniente que eran revistas legales y me contestó que lo serían en la vida civil, pero no en la militar».

La bala

José Antonio Ruiz muestra en la sede del periódico un casquillo de bala que, de haber variado su trayectoria unos milímetros, quizás le habría causado la muerte. El incidente ocurrió el 22 de diciembre de 1964 en la oficina en la que trabajaba. «Llega el teniente que había estado de guardia, suelta la cartuchera con la pistola y un cabo escribiente la coge, aprovechando que el teniente había salido un rato fuera, empieza trajinar y de pronto una bala sale y pega en la pared. Yo noté la chispa del disparo», cuenta. Como escribe en su diario, «debió de pasarme a escasos milímetros de la frente». Cuando el teniente regresó, cogió la bala y se la entregó, al tiempoque le decía: «Toma, acabas de nacer».

Tras 15 meses de mili, se licenció y retomó su vida. Casado con María Hilillo, tiene dos hijas y un nieto y este año acaba de celebrar las bodas de oro.

Del servicio militar obligatorio lo tiene claro: Fue un acierto la supresión, el 1 de enero de 2002. «Tiene que ser un ejército profesional e incluso puede ser una vía de escape para muchos parados, pero no soy partidario de que obliguen».