Desde que los senos de Gala, la entonces compañera de viaje de Salvador Dalí, se tostaron al sol de Torremolinos en los albores de los años 30, este enclave costasoleño -que osciló entre la rutina tranquila de sus pescadores y las fiestas posteriores al primer turismo- ha cultivado cierta vocación de libro de historia. Por solo citar algunos episodios, en el Torremolinos de 1968 resurgió la Revista Litoral o en el de 1971 la libertad opositó hacia la eternidad, pese a la intención antagónica que impulsó la redada del Pasaje Begoña. Torremolinos sostiene una infinita colección de hitos que no le son ajenos a casi nadie. Ni mucho menos, a una organización con casi un siglo y medio de trayectoria, como es el PSOE. Por ejemplo, en la primavera de 1978, en un hotel de Torremolinos, el Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván decidió su integración en la entonces centenaria fuerza obrera y española que capitaneaba Felipe González.

Torremolinos parece haberse especializado en manejar el tiempo para cerrar círculos y trazar curiosos reencuentro. Esta campaña que enfila su recta final no es la primera en la que Torremolinos ejerció de cruce de caminos y de punto de encuentro para los dos grandes barones socialistas del último lustro: Pedro Sánchez y Susana Díaz. Por ejemplo, en 2015, en los últimos suspiros de la carrera hacia el 20-D, ambos también coincidieron en suelo torremolinense en momentos en los que la relación entre ambos era, por las circunstancias del momento, más fría y distante. Esta vez, quizás porque el paso del tiempo (y la necesidad) van cerrando ciertas heridas, el guiño temporal que los ha reunido en ese noviembre de 2019 que resultaba futurista en Blade Runner ha adquirido otro significado.

Ya por la mañana, ambos habían coincidido en Córdoba, en la lejana y sola que evocó el poeta Federico García Lorca con adjetivos que se asemejan a las sensaciones que le pudieron transmitir a la expresidenta de la Junta las sendas derrotas que encajó en la comunidad andaluza y en su propio partido. Y tanto en Córdoba como en Torremolinos, dentro de un clima de corrección y de compañerismo, ambos se han aliado para defender la misma causa electoral sin que todavía en el plano que captan los fotógrafos se hayan forjado esas muecas de felicidad plena que saben escenificar con naturalidad otros políticos.

Como era de esperar, esta bética del Tardón hispalense llamada Susana no llegó a gritarle «Mvp, mvp» al alero estudiantil de Ferraz. Susana la trianera ni siquiera entonó el exacerbado «¡Peeeeeedrooooo!» que Penélope Cruz le vociferó a Almodóvar cuando el manchego abrazó el Oscar. Ficciones e imposturas aparte, el grito de Pedro fue más coral y cadente cuando la comitiva bajó por las aparatosas escaleras del Palacio de Congresos de Torremolinos y más de 2500 socialistas propiciaron un océano de banderas rojas con un unánime «Pedro, Pedro, Pedro» al que siguió un extenso «presidente, presidente, presidente».

El inquilino en funciones de La Moncloa repartió besos y abrazos con tenacidad, con el candidato malagueño Nacho López cerca de él mientras Díaz permanecía en un segundo plano con el secretario general del PSOE y el anfitrión José Ortiz, alcalde de Torremolinos, que fue el primero en tomar la palabra.

Mientras se sucedían las intervenciones, Sánchez aguardaba al fin una irrupción en tierras malagueñas que, tras dos intentonas fallidas de precampaña en la capital, sucedía al fin en Torremolinos. En una geografía libre y cosmopolita que no está tan abonada al susanismo como la inmensa mayoría de la provincia de Málaga, pues al propio Ortiz se le define como sanchista o, cuando menos, no oficialista.

Sánchez aguardaba y en esas apareció Susana Díaz al grito de «estamos a 48 horas de ganar de nuevo las Susana DíazeleccionesLuego, la expresidenta reiteró la necesidad de «una España libre» antes de enumerar a históricos del PSOE malagueño como Enrique Linde o Paulino Plata y de citar con pasión los nombres de Felipe González y Alfonso Guerra.

Los recortes en sanidad del Gobierno del cambio andaluz también estuvieron muy presentes en su discurso junto a ejemplos de la «España que no queremos». «No vamos a permitir que personas que aman a personas del mismo sexo vuelvan al armario», añadió Díaz para pasar a elogiar la gestión de «Pedro». «El único que puede hacer frente a todo, a la derecha y a la extrema derecha» y que «ha sido un hombre valiente y ni siquiera ha tenido el apoyo de la izquierda a la hora de instalar la concordia», según recalcó Díaz aludiendo a la exhumación de Franco y reclamando un «último empujón» electoral para «Pedro». Para un Pedro Sánchez Y la buena para España de que «habrá Gobierno progresista». «En el debate se vio a una ultraderecha que quiere suspender las autonomías, ilegalizar partidos políticos, derogar la ley de memoria histórica, negó la violencia de género o se vanaglorió del franquismo y frente a ella la derecha no hizo nada».

Sánchez insistió en que «hay que ser muy conscientes de lo que nos jugamos el domingo; quién quiera Gobierno y estabilidad, aquí está el PSOE». Frente a «lo que quieren «los independentistas y la derecha» reclamó «un Gobierno fuerte». «Si el domingo hay elecciones no es porque, como decía la derecha, tenemos un pacto con los independentistas o, como decía Iglesias, tenemos un pacto con la derecha, es porque creemos en la cohesión de España», enfatizó.

Asimismo, citando el discurso de Ignacio López, recordó que el proyecto socialista «significa memoria y se tiene memoria exhumando los restos del dictador». «Las encuestas dicen que ganamos las elecciones, pero las elecciones no se ganan con encuestas sino voto a voto, hay que votar al PSOE y me voy a quitar el apelativo de presidente del Gobierno en funciones y el Gobierno va a funcionar y haremos las cosas que merece la buena gente de Andalucía», expresó Sánchez en el antepenúltimo asalto de una campaña que acaricia el 10-N.