Cuando hace unas semanas crucé por la plaza de la Merced y descubrí que se habían iniciado las obras de demolición de los cines Victoria y Astoria, el primero, uno de los más antiguos de Málaga (1913) y el segundo, de1966, me vinieron a la memoria las horas y días que pasé en su interior, al principio como mero espectador, y después, hasta 1992, por formar parte de mi vida profesional como crítico de cine de Radio Nacional de España en Málaga.

No voy a rememorar el tiempo ido con unas lágrimas de nostalgia. Sentí, eso sí, cierta emoción porque estaba asistiendo a la desaparición de los dos últimos cines de Málaga, cines como los de antes, con patio de butacas y anfiteatro, dos taquillas, portero en cada una de las puertas y acomodadores con linterna que facilitaban el desplazamiento hasta una localidad libre o la numerada.

A pocos pasos de los dos históricos cines está el solar de otro (el Andalucía) del que no queda ni un ladrillo, y el único cine superviviente, el Albéniz, el último en pie aunque transformado en minicines, modalidad que ha desterrado la tradicional estructura de los cines de toda la vida.

Mientras observaba el trabajo de demolición recordé los cines que frecuenté hasta que me llegó la hora de la jubilación.

¿Horas? ¿Días? ¿Meses? Imposible de calcular. Fueron pasando por mi mente el Rialto, el Moderno, Plus Ultra (transformado en Emperador), Principal, Goya, Málaga Cinema, Excelsior, Avenida, Capitol (al modernizarlo pasó a llamarse Palacio del Cine), Duque, Zayla, Royal (después Aleixandre I y Aleixandre II), Cayri, Real Cinema, Lope de Vega, Alkázar, Carranque, Coliseum, los dos Atlántida, Imperial, Monumental, España e incluso el Universal de Torremolinos cuando era barriada de Málaga. Creo que estuve en todos ellos menos en el Carranque porque no se produjo ningún estreno que yo recuerde.

En algunos de los barrios a veces se producían estrenos de películas de baja calidad aunque, como ya comenté en cierta ocasión, una de las películas más representativas del neorrealismo italiano, se estrenó en la modesta sala del Imperial Cinema en la barriada de El Palo. Me refiero a la película 'El limpiabotas' (de título original, 'Sciuscia'). Otro excepcional estreno se produjo en el cine Moderno: 'Se escapó la suerte', una película que figuraba entre las mejores del año del cine francés.

De esta relación no olvido al primer Multicines que hubo en Málaga -Multicines América- y otras dos salas: Echegaray y Alameda. El primero se adaptó a teatro, y el segundo, con un ambicioso proyecto que lidera Antonio Banderas acaba de inaugurarse.

Otros locales en los que estuve antes de ejercer la crítica y que en su día formaron parte del gran conglomerado cinematográfico malagueño fueron el Pasqualini y el Actualidades, ambos víctimas de sendos bombardeos durante la guerra civil, y el Lara y Vital-Aza, que alternaban las proyecciones cinematográficas con teatro, variedades e incluso circo

Otras desapariciones

Este recuerdo alcanzó a otras dos desapariciones: la de los carteles que se colocaban en lugares públicos y en el exterior e interior de los cines anunciando las películas que se exhibían o las de próximos estrenos y la desaparición de los prospectos de esas películas que se repartían a mano por las calles, sin olvidar los grandes cartelones con el título de la películas y los retratos pintados a mano de los actores y actrices que se colocaban en la fachadas de los cines, como el Albéniz, Málaga Cinema, Astoria, y Cervantes, local que he excluido de la lista de los cines de Málaga porque siempre fue más teatro que cine.

Afortunadamente, la desaparición física de los lugares públicos de los carteles y prospectos no conlleva su muerte u olvido.

Desde hace años, Lucio Romero, un actor malagueño de larga historia en el cine y el teatro -no jubilado porque en estas manifestaciones artísticas la edad no cuenta- viene coleccionando carteles de películas de todos los países hasta sumar unos ¡cuatro mil quinientos! sin haber encontrado una institución pública o privada para su conservación y exposición permanente. Lucio está dolido con el Ayuntamiento 'malatitense' (gentilicio utilizado por Salvador González Anaya) porque ha ignorado su propuesta de donar la colección a la ciudad.

En relación con los prospectos, he sabido que el médico malagueño don José Narbona, recientemente fallecido, había coleccionado y perfectamente conservado cientos o miles de ellos de un valor incalculable. En el obituario publicado en estas mismas páginas de La Opinión, el autor recordaba esta faceta coleccionista del prestigioso ginecólogo malagueño.

Para enriquecer el movimiento museístico de Málaga no sería descabellado estudiar la posibilidad de reunir todo este tesoro en uno de esos edificios que están en espera o expectativa de utilización, como la antigua cárcel, la Trinidad, lo que fue cine Lope de Vega€ y otros tantos que las llamadas redes sociales, colectivos, y asociaciones culturales reclaman precisamente para actividades culturales.

A ese centro, museo o como se le quiera denominar, se podría incorporar también la valiosa colección de cámaras, proyectores y material fotográfico y cinematográfico que Eugenio Griñán ha ido recopilado y que bien merece ser conservado por su gran valor histórico.

Puesto a fantasear, esta propuesta se podría materializar a través de una entidad ya consolidada como es el Festival de Cine en Español de Málaga, que ha cumplido veintidós años, lo que supone una garantía de futuro. Todo el material acumulado por el Festival como folletos, libros, vídeos, grabaciones, recortes de prensa, documentos en general necesita de un marco adecuado porque ya forma parte de la historia de la ciudad.

Recordando unas palabras de Lucio Romero, la exposición al público de los carteles se ajustaría a un programa trimestral, o sea, cada tres meses cambiar unos carteles por otros, lo que daría al museo una actividad permanente. Cuatro mil y pico de carteles dan para una renovación constante.

Este proyecto, de llevarse a cabo, sería muy bien acogido en la ciudad y sería una atracción a sumar a las muchas que hacen posible que el nombre de Málaga se baraje entre las capitales a visitar.

Málaga ha tenido, y tiene, grandes aficionados al cine. De los desaparecidos recuerdo nombres un tanto olvidados con los que compartí horas viendo películas, y cito, entre otros, al doctor Alcalá, que no se perdía un estreno y acudía normalmente a la última sesión que empezaba a las once de la noche; a Rafael Sánchez Martín, que recordaba las películas que había visto a lo largo de su vida y que detallaba las escenas que más le impactaron; a Antonio Contreras que era un gran aficionado y que elegía las fechas de la Semana de Cine de Autor de Benalmádena para las vacaciones anuales; a Luis Alcalá, que presentaba películas en el Cineclub; a Antonio Roig; a Juan Antonio Rando con el que coincidía en cientos de estrenos porque ejercía la crítica cinematográfica en 'Sur'€ y otros muchos que ahora escapan a mi memoria.