Aunque cueste creerlo, en latín la palabra 'margarita' significa 'perla'. De hecho, allá por el siglo XV en España a las perlas se les seguía llamando 'margaritas'.

Eso explica que en muchas biblias traducidas al castellano haya perdurado la confusión y que en el Evangelio de San Mateo muchas versiones se refieran a «echar margaritas a los cerdos», algo que seguramente habría concluido con los cerdos zampándose las flores sin más. En realidad lo que Jesús quiso decir era echar «perlas» a los cerdos, una acción mucho más inútil que ponerles por delante margaritas.

Un rincón de Málaga exhibe una confusión nominal parecida, pues donde pone 'calle' o más bien 'callejón', en realidad debería decir 'compendio', y ahora lo aclararemos.

Se trata de una de las pocas vías que en Málaga luce directamente el nombre de 'Callejón', pues tiene el aspecto de un adarve de pocos metros, apenas unas pocas zancadas y ya ha recorrido uno toda la calle. Que haya perdurado y no haya sido rellenado el hueco por un bloque de vecinos es un triunfo de la sensibilidad o quién sabe si del azar.

Su nombre enlaza con un pasado remoto de la ciudad ligado a oficios modestos pues hablamos del Callejón de la Ollería, un poco más al norte de calle Ollerías, del que quizás usted no haya oído hablar en la vida por sus escuetas dimensiones.

Y sin embargo, se encuentra en un sitio relativamente céntrico y muy conocido, pues desemboca en la Cruz del Molinillo, tiene a pocos metros el veterano Mercado de Salamanca y en este callejón, más bien compendio, se encuentra el lateral del antiguo dispensario de estilo regionalista atribuido a Guerrero Strachan y que hoy es la sede de una asociación de jubilados de La Goleta.

Lo de compendio viene porque, desde hace lustros, parece un resumen del urbanismo malaguita del último siglo, con todas sus luces y sombras, de tal forma que los colegios podrían visitar el 'Compendio de la Ollería' para entender lo que se ha construido en Málaga en los últimos cien años y en especial, de qué forma.

Porque en las cuatro zancadas del callejón pueden apreciarse, el mencionado edificio atribuido a Strachan, con protección arquitectónica de primer grado; un bloque de pisos de siete plantas; enfrente un bloquecito de tres plantas y una gigantesca pared medianera al fondo, merced a dos solares con pintadas en los muros, en los que se está desarrollando toda la vida natural, en especial arbustos del tamaño de los ficus de la Alameda.

Completa la calle un poste de madera, pegado al edificio protegido, del que salen varias sartas de cables que llenan el cielo azul de líneas negras. En el momento de la visita, al pie de una casa en obras había además en el suelo varios sacos de escombros.

No me digan que en realidad este callejón no es un compendio de nuestra forma de desarrollarnos. Una perla.