El plano que el cartagenero Joseph Carrión de Mula realizó de la Málaga de 1789 es tan importante para la historia de la ciudad porque se trata de un auténtico viaje en el tiempo, la primera ventana con vistas a un pasado fielmente representado y además de forma minuciosa. Es muy posible que desde su puesto de vigía del puerto, en el Castillo de Gibralfaro, fuera pensando en la que sería su gran obra.

Por cierto que si el plano se encuentra entre nosotros, en el Archivo Municipal, se debe al azar de una suerte de luxación: se la produjo al tratar de levantar a pulso el asta de una bandera caída -y que sería de padre y muy señor mío- durante un combate naval en el puerto, con motivo de la proclamación de Carlos IV como rey de España. Los dolores que esta lesión le produjo le hicieron declinar un puesto en América.

Gracias al plano de Carrión de Mula podemos conocer tempranas zonas verdes de Málaga, que con excepciones como la Alameda o la plaza de la Merced eran espacios recoletos, cerrados al público, herencia de las casas con patios de los romanos y luego de los árabes.

En esa Málaga de 1789 podemos apreciar, por ejemplo, un jardín botánico en la calle de la Victoria, delante de Lagunillas. También los jardines conventuales como el de la Merced, la Victoria o Capuchinos y el jardín de los filipenses en un patio central.

La tradición de esos espacios verdes tan pequeños y encerrados continúa de forma relativamente acertada en la Málaga de nuestros días.

Unas herederas de esta tradición entre cuatro paredes son, paradójicamente, espacios abiertos pero reducidos como las rotondas de tráfico. En este sentido, en líneas generales en la capital de la Costa del Sol se ha intentado practicar la contención estética, algo que no han seguido algunas ciudades y pueblos de nuestra provincia, que han optado por el desmelene merdellón.

Por contra, en la ciudad de Picasso hay ejemplos excelentes en los que la única exuberancia es la de la Naturaleza.

A este respecto, en líneas generales -pues siempre habrá excepciones- puede decirse que durante la época del derroche y auge inmobiliario nuestros cargos públicos se contuvieron.

Un buen ejemplo de espacio que regula el tráfico y sirve de hito paisajístico es el de la rotonda dividida en cuatro parterres ajardinados junto a la gasolinera de Las Chapas. Es decir, la plaza Aparejador Federico Bermúdez.

Aunque todos son bonitos, uno de ellos llama la atención por la disposición y exuberancia de las plantas que no entorpecen especialmente la visibilidad, dada la profusión de plantas 'altivas' como varias palmeras, un ciprés y una fastuosa araucaria. Tantas veces que usted ha pasado por ella y quizás no se haya ni dado cuenta de su existencia, pero es una de las más bonitas (y contenidas) de España, el paraíso de las rotondas 'ostentóreas'.