Juan José Postigo, aloreño de 21 años que ya trabaja en una empresa de esculturas y a quien le gusta mucho la imaginería, contempla con atención su propio rostro, que ha esculpido en un busto policromado. «Es un autorretrato en forma de relicario desacralizado», detalla.

Su profesora, Capilla López de Villalta, explica que Juan José se ha inspirado en los relicarios de Gaspar Becerra, el escultor de Úbeda de cuyo nacimiento se cumplen este año cinco siglos.

El relicario, cuenta la profesora, que imparte el grado superior de Dorado, Platería y Policromía en la Escuela de Arte de San Telmo, lo ha podido realizar durante el confinamiento, el curso pasado, aunque no ha podido ser la tónica general de sus alumnos. «Ha sido un año difícil, algunas piezas han tenido que hacerlas con cartón, por falta de materiales durante el estado de alarma», recuerda.

Por este motivo, la exposición que hasta el 6 de noviembre muestra en la sala de exposiciones de la Escuela los proyectos finales de sus alumnos de los dos últimos cursos, incluyen una instalación que quiere homenajear a los que no han podido colaborar con piezas: «Era el primer ejercicio de clase, para jugar con los volúmenes inspirado en los trabajos del escultor Henry Moore».

A su lado está Carlos Villodres, de 28 años y de Villanueva del Rosario. Carlos estudió Bellas Artes en Granada y quiso especializarse con estos estudios. Su obra, 'No es oro todo lo que reluce', con tres esculturas que mantienen con pericia el equilibrio, quiere ser una alegoría sobre el conocimiento puro.

A su edad, tiene muy claro las metas profesionales: «Me gustaría dedicarme a la docencia y llevar aparte mi obra escultórica».

La obra escogida por Carlos Martínez Donoso, malagueño de 30 años, es la reinterpretación moderna de un Santo Toribio de Gaspar Becerra. Para realizarla ha escogido, aparte de oro, un material tan poco tradicional como el cemento. «Cualquier superficie es susceptible de ser dorada», destaca.

En su caso, tras estudiar restauración en Sevilla y abrir un taller en Málaga -es otro de los que hizo la pieza durante el confinamiento- en unos días marchará al Museo del Prado, becado por un año, para trabajar en su gabinete técnico, algo que le llena de ilusión.

En el caso de Javier Soriano, de 24 años, cuenta: «Me quiero dedicar a lo que me gusta, la escultura y la pintura; ahora mismo trabajo por mi cuenta con encargos a particulares y a cofradías». Su obra, sobre el Rey Midas, es una difícil composición inspirada en quien convertía en oro todo lo que tocaba.

El último en hablar con La Opinión es Juan Carlos Bueno, malagueño de 39 años, que ejemplifica el afán por crecer como artista, pues comenzó en la Escuela con 19 años, la vida profesional le condujo por otros caminos y en dos ocasiones ha regresado para realizar el grado medio y el superior de Dorado. Ahora, aplica una moderna técnica alemana de dorado a sus grandes tondos basados en el artista Piero Fornasetti.

El arte malagueño: oro y calidad también en tiempos adversos.