En las últimas semanas, las redes sociales se han inundado de miles de banderas multicolor. Más allá de un homenaje a la figura de Cristina Ortiz, la serie dirigida por Los Javis, ha logrado algo mejor que el éxito. Ha puesto sobre la mesa la realidad de las personas trans.

De lo que no se habla no existe. Y lo que no existe, se margina. Hay realidades e historias que merecen ser contadas. Merecen tener un hueco en nuestra sociedad; tan progresista a priori, pero que silencia lo no común. Lo diferente.

La Veneno, Cristina Ortiz o Joselito, para su familia, fue un icono trans en los años noventa. Fue un ejemplo de esa realidad de la que no se hablaba, de la que se marginaba. Todos la recuerdan como una mujer ordinaria, malhablada e incluso vulgar, pero tras ella había una historia. La historia de una mujer maltratada por una sociedad que la discriminaba.

Su historia, plasmada en ocho capítulos, ha logrado que la serie haya traspasado la pantalla, para hacernos reflexionar y hacer un examen de conciencia.

«Creo que Veneno ha sido lo mejor de este 2020», dice Nicole Pedrosa, peluquera y mujer trans.

Pedrosa comenzó su transición física hace apenas cuatro años, pero, «desde siempre» fue mujer. Su infancia la recuerda rodeada de mujeres, tanto en casa como en el colegio. «Jugaba con barbies, y siempre dibujaba a mujeres sexys y guapas. En el cole estaba más con las niñas, pero también jugaba al fútbol y esas cosas», asegura.

Iban pasando los años y Nicole comenzó a conocerse más: «A los 18 años salí del armario, como hombre homosexual, pero empecé a maquillarme y a feminizarme. Por aquel entonces asociaba mi feminidad a mi homosexualidad, hasta que comencé a encasilarme en lo andrógino», afirma.

Nicole nunca tuvo problemas de cara a la sociedad, «pasaba desapercibida», tal y como ella misma dice.

«Siempre he tenido rasgos muy femeninos. Si salía por la noche me maquillaba, me ponía una camiseta ancha y un pantalón y era un más. Yo ya era una chica para la sociedad». Pero, Nicole aún no se reconocía, y eso cambió cuando vió La chica danesa, una película con la que se identificó. «Me miré en el espejo y dije: Yo soy Nicole, no la otra persona», recuerda.

Ahí comenzó su transición física, rodeada de miedos: «Llamé a mi madre llorando, y se lo dije. Ella me dijo que me aceptaba y que ya lo sabían solo estaban esperando a que yo diese el paso».

Con el apoyo de su familia, comenzó su aventura hacia una nueva vida: «Ya tenía más de medio camino hecho por mí misma. Cuando fui al psicólogo me dijo que yo ya era una mujer de cuerpo y mente. Comencé con mis hormonas y hasta hoy», declara.

Para Nicole, como a muchas mujeres trans, la serie de Veneno le enorgullece, porque muestra la realidad de un colectivo que durante décadas ha sido marginado: «De pequeña siempre veía a Veneno o Bibiana Fernández en la televisión, y mi madre me decía que ellas nacieron siendo hombre, pero yo no podía creer que esa posibilidad existiera. Series como estas nos ayudan a visibilizarnos, a abrir la mente. Igual que la serie Pose», dice.

Pero la serie de los Javis ha reivindicado muchas otras cuestiones que el colectivo ha reclamado siempre: «Cada vez hay más actrices, modelos y personalidades famosas trans. Pienso que los papeles de trans no puede hacerlos nadie mejor que ellas, que conocen por lo que pasamos».

«En las series españolas, siempre se nos ridiculiza, nos disfrazan con hombres vestidos de mujer. Las mujeres trans somos reales, estamos aquí, sufrimos y existimos», reivindica.

Para ello, son muchas las asociaciones malagueñas que ayudan a concienciar sobre esta realidad. Entre ellas la asociación Arcoiris y Trans Huellas. Desde Arcoiris, imparten talleres de concienciación, para entender y gestionar la diversidad.

«Trabajamos con las familias, los niños, profesores, pero también con las instituciones, como con policías y personal funcionario que atiende en los servicios públicos. Con la ayuda de Ampas y de Codapa, difundimos material campañas para todos los colegios destinados a prevenir el acoso y educar desde casa», aseguran.

Trans huellas por su parte atiende a personas que se encuentran en el proceso o que van a comenzarlo. «Gestionamos la inclusión de la diversidad tanto en el ámbito familiar como a nivel emocional, terapias, psicólogos y la autoaceptación», afirman.

Pero, estas instituciones denuncian también las carencias que sufren: «Las asociaciones necesitan recursos, porque el trabajo lo hacemos nosotros.

A nivel educativo, Trans Huellas asegura que se debe mejorar: «La educación sexual y la salud sexual son importantes. Se debe incluir también la disforia de género».

Y aunque hay «mucha aceptación», tal y como dicen, desde Arcoiris, opinan que «legalmente hay aspectos que entorpecen el proceso»: «Hay una ley autonómica, pero no estatal. Y esto suele generar conflicto».