Determinadas páginas de la historia se han asomado a los trabajos que harán posible la llegada del metro de Málaga hasta las arterias más céntricas de esta ciudad mediterránea. Lo ha hecho a través de esa diosa soterrada sin la que no sabríamos de dónde venimos y adónde vamos. Se llama arqueología. Su presencia se da siempre por segura. Se sabe que está ahí. Bajo el suelo que pisamos. Y se da por descontado que hará acto de presencia cuando se emprenden excavaciones de cierta envergadura. De ahí que la convivencia con sus tesoros latentes haya sido continua desde que se empezó a mover la primera piedra para que este medio de transporte fuese alguna vez una realidad.

Por citar un ejemplo, se puede acudir a uno de los alumbramientos más recientes. A un ejemplo que apunta al plus que conlleva emprender una infraestructura cuando se pone el foco sobre el casco histórico de una urbe importante. Durante las obras del túnel en el tramo del suburbano Renfe-Guadalmedina afloraron restos arqueológicos superpuestos en los que se encontraban ocho siglos de vida en la capital malagueña. Esto ha desencadenado un arduo trabajo en el que los arqueólogos han reconstruido lo acontecido en esta urbe sureña desde la época musulmana hasta hoy mismo.

De hecho, si se siguen las estimaciones que barajan fuentes de la Consejería de Fomento, «el metro ha llegado a albergar en el último tramo de obra en ejecución, a su paso por la avenida de Andalucía, una superficie de prácticamente 4.000 metros cuadrados, la mayor extensión arqueológica en la que se trabaja en la actualidad en territorio español». «La envergadura y localización de las obras del metro de Málaga junto al centro histórico, principalmente el tramo entre la estación de Renfe-María Zambrano y el río Guadalmedina, así como en el tramo final ya concluido hasta Atarazanas, en plena Alameda Principal, han favorecido el descubrimiento de una cantidad de restos arqueológicos imposible de imaginar en otras intervenciones urbanísticas de menor impacto realizadas en esta misma zona», explican los técnicos consultados.

Esta realidad bebe, sin ir más lejos, de recientes descubrimientos en el verano de 2019 relacionados con el arrabal de Attabanim. Se trata, según precisan, «de dos segmentos de muralla aflorados en la frontera con el río Guadalmedina, correspondiente a los siglos XII-XIII y XIV, que conectan con la muralla nazarí descubierta en 2013 bajo los Callejones del Perchel y que ya fue objeto de apeo, consolidación y protección, en el marco también de la ejecución de esta infraestructura».

Los últimos restos encontrados están a unos siete metros de profundidad, en el primer nivel de excavación del túnel del metro, y las intervenciones en las que se ha traducido «no van a afectar a los plazos generales» para la llegada del suburbano al centro histórico gracias a «la conciliación entre ambos tiempos, el de la excavación e intervención arqueológica y el de las propias obras del metro», según defiende la Junta.

Así, en relación a estos vestigios, la Delegación Territorial de Cultura emitió una resolución el pasado 30 de julio en la que «se obliga a conservar in situ los restos arqueológicos de los muros de cierre del arrabal de Attabanin, al calificarlos de Bien de Interés Cultural (BIC)». En relación a este cometido, los responsables del proyecto admiten que «la técnica es compleja» pero, a renglón seguido, destacan que «la gerencia de las obras del metro de Málaga ya tiene experiencia previa, pues primero hay que reforzar los lienzos de muralla, tal y como se hizo con los restos del Fuerte de San Lorenzo encontrados en la Alameda Principal, y después construir una estructura envolvente para excavar debajo los niveles 2 y 3 del túnel por donde pasarán los trenes».

El Fuerte de San Lorenzo es, precisamente, un claro ejemplo de la complejidad que en ocasiones precede a estos cometidos. En este caso, «fue necesario su extracción primero, al objeto de avanzar en la ejecución del túnel bajo la Alameda» y, luego, se procedió «a su colocación in situ». «La puesta en valor de dichas murallas del Fuerte de San Lorenzo quedó garantizada desde el pasado 17 de julio, a través de la pirámide de vidrio iluminada que fue instalada en la intersección con la calle Ordóñez», precisaron.

De vuelta a los muros de cierre del arrabal de Attabanin, la intervención que se está llevando a cabo exige «una técnica muy minuciosa, que exige grandes conocimientos de ingeniería». «Tras la limpieza de los muros, se está construyendo una protección de hormigón para evitar desprendimientos y, además, se coloca una estructura de acero y cemento que refuerza las murallas». A continuación, «se colocarán unas enormes jaulas metálicas que de manera envolvente permitirán ejecutar la losa del primer nivel del túnel, garantizando la permanencia de las murallas».

Especialmente novedoso resulta el hecho de que se vayan a poner en valor en un espacio expositivo los hallazgos del verano de 2019 obtenidos en las excavaciones en la avenida de Andalucía y Armengual de la Mota. Los vestigios podrán ser admirados en el primer nivel del túnel del metro situado bajo Callejones del Perchel -en un espacio libre de la circulación de los trenes- a nivel del vestíbulo. Además, la propuesta tendrá el aliciente añadido de compartir localización con la primera muralla nazarí descubierta en los Callejones del Perchel.

Los restos han sido, provisionalmente, trasladados al túnel que albergará el espacio museístico. El transporte se ha realizado de forma paralela a la excavación arqueológica y «con el mismo rigor y meticulosidad», según los técnicos, para situar en el horizonte este trocito de museo sobre la historia de Málaga que será surcado por la mirada de los viajeros.