Crónicas de la ciudad
Subida al Castillo: al turismo, cochambre
El Ayuntamiento se desentiende de la subida turística a Gibralfaro, como muestra un catálogo sonrojante de desperfectos que pervive y aumenta año tras año
Ya saben que administrativamente hablando, Málaga se divide en 11 distritos y un ‘reino independiente’ en el que impera la cochambre, tarjeta de bienvenida para miles de turistas al año: la Subida turística a Gibralfaro.
Con un Ayuntamiento con más de mil millones de euros de presupuesto, presente en todos los saraos turísticos mundiales para promocionar Málaga, produce vergüenza ajena que ninguna cantidad de dinero se haya destinado en los últimos años a borrar las huellas de un asentado ‘vandalismo de montaña’ que se inicia en el Paseo de Don Juan Temboury y finaliza al pie del Castillo.
Es descorazonador que a nuestros cargos públicos se les llene la boca de cansinas expresiones hechas («poner en valor», «poner a Málaga en el mapa») pero permitan que en el organigrama municipal sobreviva este veterano Reino Malaguita de la Mugre, el importante paseo turístico, abandonado desde hace años por nuestros desnortados cargos públicos.
En febrero de este mismo año esta sección recogió impresiones del vandalizado ascenso y ahora que finaliza 2023, repite para constatar que, siguiendo una antigua tradición, todo ha ido a peor.
¿En estos últimos diez años no han subido nuestro alcalde, los concejales ni el batallón de cargos de confianza? Esa parece la impresión, porque de haberlo hecho, qué duda cabe que Paco de la Torre habría ordenado acabar con toda esta vergüenza que erosiona, a diario y con tesón, la imagen turística de Málaga.
Porque esta es la incongruencia: la situación no es flor de un día. Hay pintadas en la subida al Castillo de hace 10, 15, 20 años y que sólo se desvanecen por la acción del sol, por el paso del tiempo.
En febrero permanecía una farola inclinada en plena subida, un peligroso homenaje a la Torre de Pisa que continúa 10 meses más tarde. Todas las farolas, amén de las papeleras, están sucias y asaeteadas a pegatinas y pintadas desde hace años.
Muchos de los muretes del ascenso, parte de la obra de tiempos de Celia Villalobos, lucen pintadas gigantes como hace 10 meses, sin olvidar que la propia muralla del Castillo tampoco se libra.
El mirador de Gibralfaro atesora pintadas de cuando nuestro alcalde hizo la mili y la sensación generalizada de mugre es completa, acrecentada por barandillas sucias y los candados del amor.
Es un enigma la pertinaz huelga municipal de brazos caídos en este Reino desgajado de Málaga. ¿Al turismo una sonrisa?, en la subida a Gibralfaro, al turismo, cochambre.
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