Crónicas de la ciudad

La subida turística a Gibralfaro, otro bochorno para los visitantes

El ascenso al Castillo de Gibralfaro lleva años luciendo pintadas en los muros de la coracha terrestre. El paseo se remata con el olvidado y pintarrajeado mirador.

Un rincón de la coracha terrestre, ayer.

Un rincón de la coracha terrestre, ayer. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El mes pasado hablamos del perpetuo estado de abandono que luce desde hace lustros el mirador de Gibralfaro, un punto turístico completamente olvidado por nuestro Ayuntamiento, con la excepción del área de Parques y Jardines, que cada vez que aparece en esta sección, aprovecha para limpiar lo que puede, aunque no sea de su competencia.

Como ocurre tantas veces, ojos que no ven, corazón que no sienten. El mirador se encuentra en un sitio muy puñetero, con el hándicap de que se accede a él por una cuesta de suelo de pizarra que invita al descenso alpino.

Pero tengan la completa seguridad de que si esta tarde Barack Obama acudiera a contemplar la puesta de sol por esos andurriales, el mayor despliegue de trabajadores municipales desde la II Guerra Mundial dejaría la instalación, en solo un par de horas, como los chorros del oro.

Como no ocurrirá y como nuestro alcalde lo pisa cada vez que se cumple un nuevo centenario del nacimiento de Picasso, está como está.

Pero el problema no es sólo esta atracción turística abandonada a su suerte. El propio ascenso por el resbaloso camino turístico al Castillo de Gibralfaro nos descubrirá, cómo no, que los grafiteros más neandertales tienen en este paseo ‘en altura’ uno de sus campos predilectos para el desarrollo artístico. 

Y al igual que todo lo que tiene que ver con Gibralfaro y su entorno, la situación lleva siendo la misma desde hace mucho tiempo. Mientras nuestros políticos pregonan el plan director Alcazaba-Gibralfaro y echan mano de su paralizante jerga para anunciar que se «pondrá en valor», qué difícil es que alguien mueva un dedo para borrar de inmediato las sonrojantes pintadas de la coracha terrestre que acompañan el camino de los turistas.  

El mismo sitio hace año y medio. Sólo se han eliminado las pintadas de la parte superior.

El mismo sitio que la foto principal, hace año y medio. / A.V.

¿Cómo pueden llevar tanto así?, ¿qué obstáculos burocráticos del tamaño del Peñón de Gibraltar impiden eliminar las pintadas?, ¿cuántos de nuestros cargos electos lo han subido a patita en el último lustro?

Otra vista de la coracha terrestre y el paseo, ayer.

Otra vista de la coracha terrestre y el paseo, ayer. / A.V.

La única solución sería organizar una excursión conjunta para que tanto los responsables turísticos del Ayuntamiento de Málaga como los del negociado de Cultura examinaran con sus propios ojos la exhibición pictórica de todo el recorrido, que culmina en la guarrería (con perdón) que recibe a miles de visitantes desde tiempo inmemorial en el mirador de Gibralfaro.

Servidor se ofrece para guiarles si desconocen la senda, pues seguro que se caerían del caballo camino de Damasco (o Gibralfaro) y sin necesidad de que acudiera Barack Obama moverían todos los hilos para aminorar el bochorno.

Suscríbete para seguir leyendo