Crónicas de la ciudad
La plaza del Teatro, con su fila de contenedores
Nuestro gozo en un pozo, la discutida reforma de la plaza del Teatro no ha traído la inminente desaparición de su frente de contenedores de basura
En esta sección ya hemos hablado de las surrealistas reformas de las plazas de San Pedro Alcántara y del Teatro, evidencia de cómo toda una administración pública como nuestro Consistorio, con dinero público, inicialmente de la Unión Europea, puede transformar un espacio público presentado un proyecto que, desde el minuto uno, ha tenido la oposición frontal de quienes lo iban a sufrir: los vecinos del Centro.
Como saben, las pegas de los vecinos no eran caprichos sino fundamentados argumentos basados en el sentido común. Ni que decir tiene que nuestro Ayuntamiento ni el sentido común ni por supuesto los vecinos parece haberlos tenido muy en cuenta, por eso ahora padecen unos enormes cencerros musicales y un parque infantil musical todo el santo día. Y algunas noches.
Como al parecer ningún concejal, asesor o jefe de negociado duerme en tan ruidosos espacios de actuación urbanística, la insensatez salió adelante con mínimos cambios y con el firme propósito de regalar a los heroicos vecinos del Centro -los pocos que resisten- más noches toledanas.
Eso sí, dentro del despropósito y cabezonería de nuestro Ayuntamiento, el firmante esperaba un mínimo de sensibilidad en un asunto como la mera visión de los espacios reformados.
Porque desde hace demasiados años, el precioso ficus de la plaza del Teatro ha estado escoltado por una ponzoñosa hilera de contenedores, de ahí que más que la plaza o este hermoso ejemplar, las vistas de malagueños y visitantes se vayan al traste por la cruda realidad, aunque alguna sea reciclable.
Las obras tanto en el plaza del Teatro como en su continuación, la plaza de San Pedro Alcántara, obligaron a retirar esta línea Maginot. Una vez acabadas las obras, durante un corto de tiempo se pudo admirar el ficus sin este obstáculo visual.
La función terminó y al menos desde hace varias semanas, los dichosos contenedores han vuelto a su sitio. Cumplen en la contemplación de esta plaza monumental y su no menos monumental ficus, el desgraciado papel de las nuevas Torres de Martiricos, que obstaculizan para la eternidad la visión del río Guadalmedina y los Montes de Málaga.
Confiemos en que la eternidad no case con estos depósitos de basura y que nuestro Ayuntamiento deje de meter la pata.
Si pudieran soterrarse o trasladarse, todos ganaríamos en esta Málaga en la que precisamente los turistas, que son los que mandan, quieren admirar un ficus imponente.
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