Condena

«Esto es lo que hay»: ¡bang! ¡bang! ¡bang!

La Audiencia Provincial de Málaga condena a nueve años de prisión a tres hombres por intentar matar en una vivienda de Ciudad Jardín a otro de un tiro en el pecho durante una encerrona, supuestamente vinculada al tráfico de drogas

Inmueble de Ciudad Jardín donde ocurrieron los hechos.

Inmueble de Ciudad Jardín donde ocurrieron los hechos. / L. O.

La víctima se presentó sobre las 21.30 horas a la cita que había concertado con Manuel, nombre falso que utilizó uno de los tres acusados, para negociar una mercancía. Llegó a la calle Dolores Cortés, en el corazón de Ciudad Jardín, gracias a la ubicación que previamente le había mandado por teléfono. Tras encontrarse junto a un portal del Grupo Canódromo, entraron y subieron las escaleras hasta el primero izquierda, que tenía la puerta abierta. Encerrona.

Nada más entrar recibió una patada en la espalda que le hizo caer en un sofá. Al incorporarse vio a otro hombre que había en la vivienda encañonándole a corta distancia. «Esto es lo que hay», le dijo justo antes de pegarle un balazo en el pecho que le salió por el costado. Le volvieron a arrojar al sofá y un segundo tirador le disparó repetidamente con otra pistola sin alcanzarle ni una sola vez. La víctima, de gran corpulencia física, consiguió zafarse de sus atacantes, salir del edificio y llegar a pie hasta la esquina con la avenida Jacinto Benavente, donde su novia y un amigo le esperaban en un coche con el que le llevaron al Hospital Regional de Málaga. Allí lo atendieron de la hemorragia masiva que le provocó la herida de bala con orificio de entrada y salida que afectó a la zona torácica izquierda y le provocó la fractura del cuarto arco costal izquierdo, hemotórax masivo izquierdo y neumotórax basal izquierdo. Los médicos tuvieron que realizarle varias transfusiones para salvarle la vida.

El crimen ocurrió el 20 de febrero de 2020. Algo más de cuatro años después, la Audiencia Provincial de Málaga ha condenado a cada uno de los tres acusados, dos de ellos hermanos, a nueve años de prisión. La pena suma 7 años y seis meses de privación de libertad por un delito de tentativa de homicidio y un año y seis meses más por tenencia ilícita de armas. Aunque no han sido localizadas, la munición recuperada por la Policía Científica en la escena del crimen acreditó el uso de armas de tipo A o B. Entre los tres tendrán que pagar a la víctima 6.000 euros en concepto de responsabilidad civil y afrontar un tercio de las costas, incluidas las de la acusación particular.

La sentencia, que es recurrible, señala que el plan fue diseñado por los tres procesados con la intención de acabar con la vida de la víctima. Aunque los motivos no han podido ser aclarados durante el juicio, la jefa del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional que llevó el caso planteó en el plenario que en los hechos subyace una transacción de droga en la que no ha sido posible saber quién llevaba el estupefaciente y quién el dinero. Esa teoría se inclina por el posible interés de los procesados por quedarse con las dos partes del trato y evitar la identificación de la víctima eliminándola «como único testigo». Quizás por ese trasfondo delictivo, la víctima no quiso colaborar inicialmente con la policía, pero terminó haciéndolo. Y, según la resolución, lo hizo con un testimonio «claro, verosímil y convincente» que incluyó la plena identificación de sus agresores, a los que nunca había visto antes del crimen. Su relato, además, se ha visto reforzado por lo que declararon varios testigos, uno protegido, que según el caso vieron a los condenados llegar y huir de la vivienda donde ocurrieron los hechos, en algunos casos cuando todavía portaban dos pistolas, una plateada y otra oscura. Uno de ellos llegó a seguir por la calle a uno de los atacantes hasta que este le intimidó con un disparo al aire. El abogado Javier Muriel, penalista que ha ejercido la acusación particular, destaca la valentía y el compromiso que los testigos han demostrado durante todo el proceso.

Investigación

La Policía Nacional llegó pronto hasta los autores. Además de los testimonios, comprobaron que Manuel, el hombre que se citó con la víctima, había adquirido una sexta parte del piso donde ocurrió el crimen apenas unos días antes del mismo. Dentro del inmueble recuperaron huellas de los tres acusados. El copropietario de la vivienda dejó la suya en una botella de litro y medio de Solán de Cabras que había sobre la mesa camilla. Estaba impoluta, circunstancia que contrastaba con el polvo que acumulaba la vivienda, que estaba ordenada. Los hermanos dejaron las marcas de las yemas de sus dedos en ambas caras de la puerta de entrada. Los agentes también hallaron un total de seis cartuchos. Cinco de ellos en la vivienda (tres sin percutir y dos percutidos) y uno más (percutido en la calle). También había dos impactos de bala en una pared y en un rodapié.

Manuel fue detenido al día siguiente cuando llegaba a su casa de Torremolinos. Llevaba puesta una sudadera en la que la Policía Científica halló residuos de disparos en las mangas y en la zona delantera derecha de la prenda, lo que implica que, como mínimo, estuvo «próximo a un disparo con un arma de fuego».

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