Dólo un año y dos semanas separan la debacle malaguista de la pasada Liga en el Bernabéu (7-0) y la exhibición de fútbol de antes de ayer en el mismo escenario (1-1). Son los mismos protagonistas: el Real Madrid de Mourinho y el Málaga de Pellegrini, pero cualquier parecido entre los dos partidos es pura coincidencia. ¿Por qué semejante cambio? Simplemente por la actitud. Pellegrini tiró el partido de hace 12 meses, fue al coliseo blanco a verlas venir y el rival no tuvo piedad. El domingo, sin embargo, el «Ingeniero» fue con todo a La Castellana. Le jugó de tú a tú al actual líder y futuro campeón de Liga y obtuvo en el esprint final el premio del empate. Alguno dirá que este Málaga es mejor que el del año pasado y que por eso puntuó. Y es verdad... pero sólo a medias, porque el Real Madrid también es hoy mejor –muchísimo mejor– que aquel del 7-0.

Llegado este punto, hay que exigirle a Pellegrini que siga por este camino. El equipo es quinto, tiene ahora tres partidos en casa en las próximas cuatro jornadas y está, en definitiva, ante una ocasión de oro de hacer algo grande. Hay que dejar atrás el discurso políticamente correcto de ir partido a partido, del ya veremos si somos o no capaces que el míster y algún que otro dirigente han repetido en los últimos meses. Llegó la hora de ir a por la Liga de Campeones. Ahora o nunca. Para crecer es necesario ser ambiciosos. Si luego no puede ser, mala suerte. Pero que el único objetivo a partir de ahora sea estar en la Champions cuando acabe la Liga.