José Miguel González Martín del Campo, más conocido como Míchel, llega al Málaga CF con la intención de relanzar su carrera en los banquillos, en «stand by» desde la temporada pasada tras su truncada experiencia en el Olympique de Marsella, donde no le acabaron de salir las cosas. El madrileño, con 53 años y una dilatada experiencia en los banquillos desde hace 12 años, buscará reconducir la situación del conjunto blanquiazul y contará con la oportunidad de seguir un año más al frente del Málaga.

La carrera de Míchel como entrenador no es tan glamourosa como la que tuvo como jugador, en la que fue un icono del Real Madrid, integrando la «Quinta del Buitre» y convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de Europa en la década de los 80' y principios de los 90'.

Sus comienzos como técnico no fueron fáciles. Se estrenó en el banquillo del Rayo Vallecano en Segunda División B, donde no consiguió el ansiado ascenso con una plantilla en la que, entre otros, dirigió al malagueño Raúl Iznata, ahora entrenador del Málaga CF femenino.

Del equipo del sur de Madrid hizo las maletas para regresar a su casa, el Real Madrid, para dirigir al filial en Segunda División. Tampoco tuvo suerte en el Castilla, con el que no pudo salvar la categoría pese a la gran plantilla de la que gozó, con jugadores muy prometedores pero con muy poca experiencia. Granero, Negredo, Mata, Borja Valero o Kiko Casilla son solo algunos de los nombres propios que dirigió.

En el filial blanco, precisamente, fue donde conoció a Miguel Torres, único jugador al que ha tenido a sus órdenes de la actual plantilla del Málaga. El defensa madrileño, desde ese momento pasó a ser un jugador talismán para Míchel, al que fichó después para el Getafe y Olympiacos.

Fue en el Getafe donde el técnico madrileño cosechó sus mayores éxitos a nivel nacional. Llegó como apaga fuegos al final de la 2008/09 en sustitución de Víctor Muñoz. Logró salvar al equipo y se ganó la renovación. Así, al año siguiente, tras una gran temporada, clasificó al equipo madrileño para la Europa League de manera directa. La temporada siguiente no fue tan brillante y aunque logró salvar la categoría, Ángel Torres, presidente azulón, no le renovó.

Tras su periplo en el Getafe, Míchel tomó las riendas del Sevilla en la que hasta la fecha ha sido su segunda y última experiencia en banquillos nacionales. Llegó a mitad de la temporada 2012/13 para ocupar el puesto de Marcelino. Por Nervión pasó sin pena ni gloria y fue despedido a mediados del siguiente curso por los malos resultados.

En verano de 2013 decidió hacer las maletas y probar suerte en el extranjero. Fichó por el Olympiacos griego, donde ha cosechado sus mayores éxitos como entrenador. Allí, junto a Rafa Alkorta de ayudante, conquistó dos títulos de la Liga helena y una Copa, pero fue destituido por desavenencias con la directiva del conjunto del Pireo.

En todo caso, el nuevo técnico malaguista le cogió gusto a proyectos fuera de España y aceptó el reto de entrenar al Olympique de Marsella, uno de los equipos más mediáticos de Francia y al que llegó tras la espantá de Marcelo Bielsa. La experiencia no salió bien y no terminó la temporada.

Míchel, como buen extremo en su etapa de jugador, siempre ha sido un defensor del fútbol de ataque, le gusta tener el balón y ser valiente ante cualquier rival. Ahora, en un equipo como el Málaga, plagado de extremos, tiene la oportunidad de utilizar su dilatada experiencia en esa posición para explotar uno de los recursos más desaprovechados de la actual plantilla blanquiazul.