Solo escribir «Segunda División», «descenso», «pérdida de categoría» o algo similar me crea vértigo, desazón e incluso miedo. Pero bien haríamos en el malaguismo en ir asumiendo una realidad que tarde o temprano parece que llegará. Porque las garras del descenso se han apoderado de este Málaga y parece que no lo va a soltar. Y es que, por unas cosas u otras se está viendo abocado a irse sin frenos a la categoría de plata del fútbol español. Asumirlo es el primer paso para superarlo y a partir de ahí, si llega el milagro, pues bienvenido sea.

Porque lo vivido ayer en el Estadio Gran Canaria es una muesca más de todo lo que está sufriendo este equipo en una temporada para olvidar. Ayer, el Málaga CF no mereció perder, pero quizás tampoco ganar. Tras una primera parte para olvidar, el Málaga se entonó en la segunda e incluso tuvo las ocasiones más nítidas para llevarse los tres puntos. Keko, inexplicablemente, desperdició la más clara y sucedió lo que suele pasar en este puñetero deporte: si perdonas acabas pagándolo.

Así le sucedió a los de José González, que recibieron una bofetada en el minuto 90 en forma de gol que deja al equipo herido de muerte. Un tanto cruel. Una acción que debió acabar en nada pero que terminó entrando de forma mansa y amarga en la portería de un Roberto atónito. Halilovic fue el ejecutor y quizá el que haya empezado a certificar el descenso blanquiazul -si es que no comenzó a fraguarse en verano con una planificación ni gestada por tu peor enemigo-.

Lo de ayer en Las Palmas fue mala suerte, pero como a perro flaco todos son pulgas el Málaga CF no está en el último puesto de la tabla clasificatoria, a siete puntos del descenso por la inoportuna derrota de ayer. Aquí hay un cúmulo de situaciones que han derivado en este esperpento de temporada que tiene visos de hacerse muy larga si José González y la revolución invernal en cuanto a fichajes no lo evitan.

¿El fútbol está siendo injusto con el Málaga? Para mí injusto y muchos malaguistas la palabra injusticia empieza y termina en Dortmund. ¿El resto? El pan nuestro de cada día y la derrota de anoche en el estadio insular, en el descuento y ante un rival directo. Una más.

El descenso se cierne sobre nuestras cabezas, pero si hay algo a lo que puede agarrarse el malaguismo para seguir creyendo en la salvación son las prestaciones que pueden dar los nuevos. Sobre todo el nigeriano Brown Ideye, titular ayer y que hizo todo bien hasta que le duró la gasolina. El delantero, falto de ritmo aún, participó en todas las acciones de peligro del Málaga, creó incertidumbre en la defensa de Las Palmas de espaldas, asistió y puso en jaque a la zaga amarilla de manera constante. Success también debutó en la segunda parte, pero aún debe pulir su condición física para ser el puñal por banda que un día fue. También fue titular Samu García, muy lejos del que maravilló en Martiricos, y tuvo sus primeros minutos con José el madrileño Bueno.

Pero más allá de los fichajes, toca apelar al orgullo de unos futbolistas que deben morir matando por el escudo que lucen en la camiseta y representa a una afición incondicional, una ciudad de Primera y a un club dejado de la mano de Dios (o de Alá) por sus propietarios.

José González no se rinde. Faltaría más. Ahora toca que su mensaje vuelva a calar en unos jugadores hundidos y que, lamentablemente, no ven la luz a final del túnel. Su idea de cómo tiene que jugar el equipo está clara, pero parece que sus hombres, por lo visto ayer y el día del Girona, no terminan de asimilarla o él de transmitirla. El patadón y a correr es básico, relativamente sencillo y puede que incluso resulte a veces eficaz, pero de momento, en sus tres partidos que lleva al frente del equipo, solo le ha servido para arrancar dos puntos en dos empates insuficientes.

Tras el nuevo fracaso contra un rival de «nuestra Liga», llega ahora dos envites en Martiricos ante dos huesos como Atlético de Madrid y Valencia. Ganar al segundo y tercero devolvería la ilusión, pero perder supondría clavar los remaches de tu propia tumba a cuatro meses del final. Duele, pero no hay para más.