“Los juicios son representaciones teatrales y viceversa. Josef K, en nuestra versión, también se enfrenta al tribunal de la ciudadanía, al del público de nuestro tiempo que observa en la distancia del espectador los desmanes de un imperecedero entramado burocrático-administrativo cuya única lógica y razón de ser es su propia subsistencia. Contemplamos las tribulaciones del infortunado Josef K, y este a su vez, nos contempla impotente esperando –como espera de ese anciano que ve asomado a la ventana momentos antes de ser ejecutado– una intervención salvadora que nunca ha de llegar.

Nuestra propuesta se inspira en el relato que el capellán de la cárcel le refiere a K en el penúltimo capítulo de la novela: la historia del reo que permaneció toda su vida a las Puertas de la Justicia tratando infructuosamente de franquearlas hasta perecer en el intento, y que se concreta visualmente en una concepción escenográfica que remite a la oscura sacralidad de un arbitrario aparato judicial, sobre cuyo estrado actúa un coro kafkiano como un personaje proteico y multiforme, acaso la encarnación de las peores pesadillas del acusado Josef K y también de las de todos nosotros.”