Durante el proceso de investigación de su anterior filme, 'Peret, yo soy la rumba' (2018), Paloma Zapata tuvo un descubrimiento inesperado: “Estaba con la nieta de Peret repasando los archivos familiares”, explica a El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica, la cineasta, “y apareció una fotografía hecha por Colita de Antoñita La Singla bailando, con Peret a la guitarra. Me llamó la atención su apariencia, tan joven, el pelo salvaje. Solo me pudieron decir que era una bailaora sorda. Busqué en internet y apenas había nada sobre ella, una página de Wikipedia, algunas fotos y una página americana con dos vídeos que habían tenido millones de visitas”.

De este modo surgió el interés de Zapata por Antonia Singla Contreras, bailaora nacida en las barracas del Somorrostro barcelonés en 1948. Si el lector rastrea ahora por internet su nombre, encontrará mucha más información gracias a la película que le ha dedicado Zapata, ‘La Singla’, presentada en varios festivales y que recala en las salas el próximo 10 de noviembre. Un documento excepcional que arroja toda la luz posible sobre un personaje igual de excepcional. Sorda desde pequeña, empezó a bailar observando las manos del guitarrista para no perder el compás. Después ya eran los guitarristas y palmeros quienes debían seguirla a ella. 

Escupe fuego por la boca y lo apaga con los pies

 En sus bailes golpeaba muy fuerte en el suelo para sentir las vibraciones. Así nació su intenso e inevitable estilo. “Su historia es de superación, la de una persona que vivió en un entorno muy pobre, aislada de pequeña a causa de la sordera. En la calle siempre había baile. Ella observaba y repetía los pasos. Su madre le enseñó los compases chasqueando los dedos”. Y añade Zapata: “El baile fue su manera de comunicarse con el mundo. El hecho de ser sorda le confirió su particular forma de bailar”.

 La Singla llevaba el ritmo en su interior. En el documental se dice que al no poder escuchar la música, se enfrentaba a un abismo. Jean Cocteau escribió: “La Singla escupe fuego por la boca y lo apaga con los pies”. Salvador Dalí y Gala, Cocteau, Marcel Duchamp, Colita y Antonio Gades fueron algunas de las personalidades que intimaron con ella y quedaron maravillados con su arte. Tuvo un papel en ‘Los tarantos’ (1963), la película de Rovira Beleta que llevó a la comunidad gitana la historia de Romeo y Julieta. Colita hizo las fotos de rodaje y se convirtió en su amiga cuando Antoñita tenía 15 años y ya se la veía como la sucesora de Carmen Amaya, otra hija del Somorrostro.

Engullida por su propia historia

 La película está planteada como una búsqueda, porque al iniciar las investigaciones nadie sabía si La Singla estaba viva o muerta. “Toda la información para contar su historia me llegó a través del representante Francisco Banegas. Él me envío una caja llena de catálogos, recortes de prensa, discos”, cuenta la directora. Otro elemento informativo esencial fue una docu-ficción realizada para la televisión alemana en 1964, en la que se fantasea con la idea de que un doctor la operó y pudo recuperar la audición. En la realidad, no aprendió a hablar hasta que era mayor y gracias a sus esfuerzos personales.

 A través de una joven que actúa un poco de alter-ego de Zapata, encarnada por la actriz Helena Kaittani, la cineasta sigue la pista de la bailaora que parecía haber sido engullida por su propia y magnética historia, marcada por un padre que reapareció en su vida cuando intuyó el lucrativo negocio en que podía convertirse Antoñita. 

 Según Zapata, “antes de tener toda la información posible, me plantee que el filme fuera la historia de una búsqueda. Introduje elementos de ficción y Helena representa mi búsqueda, pero su voz en off correspondería también al de una mujer joven como Antoñita”. El filme propone varios temas (el baile, la situación de la comunidad gitana, los abusos de poder familiares) y los deja abiertos para que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones. Otro aspecto destacado es la aparición en la vida de Antoñita del alemán Olaf Hudtwacker, galerista, musicólogo y periodista de jazz que insufló en la bailaora el interés por el jazz hasta el punto de que acabó concibiendo un espectáculo de baile con música de este género.

 No hay casos muy parecidos a los de La Singla. Zapata recuerda que “otro bailaor de la época, Cara Estaca, era sordo, y un guitarrista de aquellos años también lo era”, igual que María Ángeles Narváez, bailaora sorda que aprendió a bailar con la lengua de los signos y que en las primeras escenas de la película enseña a dar unos pasos a la narradora del filme.