Los constructores lamentan que se sumen requisitos técnicos obligatorios a la construcción de viviendas precisamente ahora, que por la crisis el sector no anda boyante. Pero cuando uno se informa del coste real por vivienda de una insonorización digna, unos 1.000 euros por una de unos 90 metros cuadrados, finca tipo de tres dormitorios, para entendernos, la verdad es que uno no siente demasiadas ganas de defender a quienes le condenan a vivir con los ruidos de los vecinos de al lado y los taconeos de la vecina de arriba, y todo por no haberse gastado esos mil euros en cualquier momento del proceso de la construcción, aunque al final hubieran incrementado los 240.000 euros aproximados (unos 40 millones de pesetas) que costaba una vivienda como ésa el año pasado. Ya está bien.

Voraces

Alguien tiene que defender de una vez los derechos del ciudadano frente a la voracidad recaudatoria de la especulación inmobiliaria y el lloriqueo permanente de algunos representantes de un sector que ha ganado millones, y que ha sembrado de miles de viviendas imposibles de comprar el territorio.

Las empresas y los sectores estratégicos –y la construcción sin duda lo es (aunque habremos de tomar decisiones transformadoras al respecto más pronto que tarde, aprovechando la oportunidad que conlleva toda crisis para tomar decisiones que favorezcan un futuro sostenible)– deben servir a la sociedad en la que se incardinan, de la que se nutren como mano de obra y a la que destinan sus productos. Y mucho más si este producto es un hogar, no hablo de viviendas residenciales o de lujo o como inversión anómala cuya rentabilidad inmediata ahora está en tela de juicio.

Dinero

Las empresas no pueden únicamente producir beneficios desmesurados y vertiginosos a sus altos ejecutivos; han de tener un sentido a medio y largo plazo y una rentabilidad social mínima, sobre todo si luego enarbolan los puestos de trabajo que mantienen a la hora de reclamar ayudas de la Administración que también se le cargan a un contribuyente cada vez más endeudado. La contaminación acústica es tan nociva para la salud como muchos tóxicos, e incluso más en personas sensibles. Y es una magnífica injusticia someter a ruidos enervantes que impiden sosiego y descanso a ciudadanos hipotecados que sufren su impacto, por el mero hecho de que quienes construyeron sus tabiques y el techo no tuvieron la vergüenza profesional de pensar en quienes vivirían entre ellos.

Que quede claro, las nuevas medidas constructivas que sustituyen a las muy mal legisladas en 1988 evitarán la propagación de incendios en los edificios, ahorrarán agua y tratarán de amortiguar los ruidos para proporcionar mayor intimidad y descanso a los seres humanos que habitarán las nuevas viviendas. Indigna que alguien se queje de algo que debiera haber estado en vigor siempre y, como siempre, por dinero.

Las teclas

No se quejan por dinero, sin embargo, los malagueños que han sufrido con el robo vandálico de las teclas de esa formidable máquina de escribir que aboca calle Larios, un símbolo de los guiones deshojados de películas españolas como Volver o Alatriste que descansan sobre el pavimento hasta la plaza de la Constitución. Se quejan porque esas urnas acristaladas con guiones originales de Almodóvar o de Díaz Yanes y esas hojas gigantes que adornan la calle aportan valor añadido en estos días de Festival al Centro de Málaga.

Y esa máquina de escribir, además de bonita y evocadora, representa el viejo hierro entre el esfuerzo y el talento que convierten la imaginación en historia escrita y posteriormente filmada. Historias como algunas que se han quedado prendidas en quienes han elegido cine latinoamericano, por ejemplo, en estos días de cine en Málaga. Les resumo algunas, ya que les será difícil en la mayoría de los casos poder verlas en cines comerciales, ya que el dinero no distribuye el cine de los que siempre están crisis.

Territorio latino

Un hombre solo que cría gallos en un rincón perdido del cono sur y que se siente como ellos a la hora de pelear encerrado en un corral contra la vida (Gallero). Una chica con carita de princesa y hechuras de adolescente que, hastiada de novios sin sustancia, decide abrazar la inconveniencia de una pareja que podría ser su padre (Motivos para no enamorarse). Una familia que huye de sí misma a un resort de la Riviera Maya, se enfrenta en la playa al aviso de la muerte del padre y eso les recuerda que sólo unidos como familia podrán quererse a sí mismos por separado (All Inclusive). Una chica de un barrio suburbial de Caracas que estudia violín junto a compañeros de barrios ricos. Cada vez que coge el colectivo hace transbordo en dos mundos que están en éste (La clase). Una inmigrante que trabaja en el guardarropa de una discoteca de Barcelona viaja al fin del mundo para recoger los paupérrimos bienes de su abuelo muerto, y en su cabaña decide quedarse para siempre (La extranjera). O esa historia de los vecinos de un pueblito pesquero venezolano que, tras semanas sin electricidad, le plantan cara a un déspota ejecutivo de una fábrica de cemento para que les permita poner a funcionar la planta eléctrica (Macuro)...

Porque hoy es sábado celebro que también es nuevo el Gobierno andaluz, del que por fin se está hablando a nivel nacional (siempre pasábamos desapercibidos), aunque sea sobre todo por la incorporación de Rosa Aguilar (quien tendrá que impulsar aquí el corredor ferroviario de la costa y el metro).