Si las televisiones dejan de financiar al cine español, será su fin, dice la gente del gremio. Pero el problema del cine español es que la gente va poco a verlo. La cuestión esta en por qué va poco, y aquí ya se ha aventurado la hipótesis de que la gente, al comprar la entrada, compra un modelo de vida (crímenes incluidos), y el modelo de prestigio es el americano, o, por extensión, el anglosajón. Hacemos alarde de nuestro modo de vida, pero en el fondo codiciamos otro, y disfrutamos sumergidos en él un par de horas. El cine francés aguanta algo mejor en Francia porque allí todavía les gusta bastante ser franceses. Los españoles, en general, estamos algo cansados de serlo, y vernos en el espejo-pantalla nos aburre. El patriotismo exacerbado es un grito de dolor, o de cabreo, por lo poco que nos gustamos. Para 2010 podríamos hacernos el propósito de mirarnos con mejores ojos.