Mientras el común de los mortales la da a los mantecados e intenta aparcar un poco las penas, los políticos siguen a lo suyo sin pudor y sin perdonarnos ni siquiera las navidades. Hablan y hablan y vuelven a hablar, aunque sólo sea para lanzar acertijos al aire o mensajes cifrados que sólo ellos entienden. Sé lo que voy a hacer en el futuro pero sólo se lo he contado a mi esposa y a otra persona, vino a decir Zapatero esta semana. Se lo comentó así, como si estuviera hablando de cualquier cosa, a un grupo de periodistas en la copa navideña de Moncloa. ¿Por qué? ¿para qué? Da igual que nos hagamos un millón de preguntas. Sólo el presidente del Gobierno sabe qué persigue jugando al despiste con un tema tan importante como si intentará revalidar su cargo o dará paso a otra persona. Se habla mucho de la soledad del poder y de cómo éste suele nublar la razón. Pero nada excusa el poco respeto que los políticos (en este caso ha sido Zapatero, pero podría haber sido cualquier otro) demuestran tener a los ciudadanos. Las palabras del líder socialista no generan ya ni siquiera incertidumbre, sino una frustrante sensación de tomadura de pelo. Las cuentas siguen sin cuadrar, Moody´s amenaza a una treintena de bancos y cajas españolas, el paro no deja de subir y la única novedad que aporta el presidente es que ya sabe lo que va a hacer pero es un secreto. El secreto de Zapatero. Como un título de culebrón.

Menos mal que al alcalde de Málaga no le deben gustar los dramones y prefiere hablar más claro: «No tengo ningún interés en perpetuarme en el poder», dijo el martes en un encuentro digital con los lectores de La Opinión. Sin embargo, sus palabras también suenan misteriosas en la medida en que no desvelan si las de 2011 serán sus últimas elecciones o pretenderá batir el récord de candidatos socialistas derrotados. Aunque también puede tratarse de un mensaje más dirigido a sus propias filas que a las del enemigo. Quién sabe. Es un lenguaje que sólo la clase política maneja, que los periodistas intentamos traducir y que a los ciudadanos les suele sonar a chino y ni ganas de ponerse a interpretarlo, que para interpretaciones ya tenemos bastante con las que realizan ellos mismos sobre las encuestas. La última, la del Instituto de Estudios Sociológicos de Andalucía (IESA), ha sido recibida con lógico alborozo por parte del PP, que rozaría la mayoría absoluta en el Parlamento andaluz. Mientras, el golden boy del PSOE, Bernardino León Gross, nos ha iluminado con la clave sobre las encuestas: «No son para beberlas, sino para olerlas, como el perfume». Mejor decir eso que admitir en voz alta que los datos auguran una paliza impensable hace sólo un año. Pero ni unos ni otros destacan que ninguno de los candidatos aprueba y que el desencanto general es la nota dominante. Un desencanto que podría explicar en parte que los andaluces quieran un cambio sea quien sea el que lo lidere. Ya no sirve lo de más vale lo malo conocido. Menudo panorama y aún así es Navidad.