La Junta de Andalucía, por los motivos que sea, quiere rebajar la tensión que hasta el momento ha presidido sus relaciones con el Ayuntamiento de la capital y la semana pasada propició un primer encuentro, que tendrá su continuidad en el futuro, para tratar de desbloquear proyectos que hasta ahora dormían el sueño de los justos, en perjuicio de la ciudad, por falta de acuerdo y por un inusitado interés por mantener el rifirrafe institucional entre las dos administraciones. Hasta ahora, los adversarios políticos del alcalde casi que sólo podían aspirar al empate. Y esto les llegaba a desesperar. Remedios Martel parece que ha aceptado el reto, y ha ido a empatar, que siempre es más que una derrota, sabiendo de antemano que el alcalde dice una cosa un día y al siguiente es probable que defienda todo lo contrario. Ha sido una estrategia con la que le ha ido bien de momento y a la que no renuncia. Es su forma de apretar las clavijas, del toma dos tazas si no querías caldo.

Martel ha ofrecido una serie de pactos que, por obvios y elementales, no han podido ser más que aceptados por De la Torre, aunque eso sí, con «matices» y siempre y cuando tengan reflejo presupuestario. Para que no se quede sólo en una política de gestos, sino de hechos. Vamos, que mientras que no lo vea, no se lo va a creer. Y en eso tiene razón el regidor. Mientras que no haya dinero, estas reuniones sólo van a ser como una obra de teatro de historias inverosímiles y de nula repercusión práctica. Y me temo que el problema principal, en este contexto económico, está precisamente en que dinero, poco o nada.

Porque hablar de la verja del puerto como un gran proyecto de ciudad puede parecer una osadía, y vender como pacto que el metro entrará en servicio el 11 de noviembre suena a una tomadura de pelo. Aunque siendo serios, escuchar de boca de la delegada del Gobierno andaluz que el alcalde tiene razón al insistir en no pagar ninguna compensación económica al Ministerio de Fomento por los terrenos del antiguo Campamento Benítez es un desenlace inesperado con erótico resultado. Lagrimilla.

Al menos, entonces, y como mal menor, nos quedaremos con la voluntad. Con el compromiso de no ponerse la zancadilla, que después de tantos años de enfrentamiento a tumba abierta -que ya sería menos-, se agradece. Ya veremos lo que pasa en marzo, cuando sean las elecciones autonómicas. Entonces, es probable que digamos, demasiado bello para ser verdad.