En un futuro no muy lejano, si no ya en estos momentos, tendremos la sociedad dividida en dos clases sociales, la de las personas que puedan trabajar desde cualquier lugar del mundo y las que su trabajo se deba desarrollar geográficamente en un sitio concreto. No me refiero a que una persona pueda ser médico o analista de sistemas aquí, en Badajoz o Asunción sino a la posibilidad que tienen hoy en día muchas personas de realizar el trabajo y las tareas que tienen encomendadas desde cualquier lugar del mundo: la deslocalización integral del trabajo.

Es evidente que no todos los trabajos tienen esta posibilidad, pero son más de los que parecen. No se extrañe de que algún día el teléfono del Telepizza se lo cojan desde el otro lado del charco. Tiempo al tiempo.

Dentro de esta clase deslocalizada están muchos emprendedores que son capaces de crear valor y riqueza desde cualquier punto del planeta. Alguno pensará que qué tiene esto que ver con Málaga, pues a riesgo de parecer el típico cateto malagueño (como el pescaíto frito que diría Rockberto de Tabletom) tiene que ver porque esta ciudad es perfecta para acoger a esa clase social de emprendedores capaces de trabajar desde cualquier sitio del mundo. Como reventaores malagueños hay y siempre los habrá, imagino que pensarán: Sí claro, pudiéndome ir a las Seychelles me voy a ir a Málaga».

Pienso que de todo se cansa uno y sólo la playa o sólo la montaña es tedioso, así que creo que en ese aspecto Málaga tiene mucho que aportar. Pero no sólo del buen clima se vive, hay que potenciar ciertos aspectos para que esos deslocalizados decidan venirse aquí. Aspectos como la seguridad, el ocio, las nuevas tecnologías y la cultura son campos en los que trabajar como marca de ciudad para atraer a este tipo de personas es fundamental. La próxima vez que llame a su amigo al trabajo y le coja su secretaria, probablemente, ni ella ni su amigo estén en la misma ciudad. Estarán en la mejor ciudad que les pueda tratar, y yo creo que esa puede ser Málaga.