Con el cansino cántico que mantienen los honorables representantes del pueblo catalán hacia las formas de habla y conductas contra los andaluces – malagueños y sevillanos en un principio–; el candidato de CiU a las elecciones generales, Durán i Lleida, arremete a deshora sobre las cuentas que nos dejamos en nuestras tabernas de sabiduría. Señor aspirante, somos más de dos, sume: ocho provincias, no muy diferentes a las suyas, con la capacidad de no plegarse al desaliento ni de la coyuntura crítica actual ni de sus ataques. Hace un flaco argumento político comparativo donde no presta favor al catalanista, sino que solo le cabe perder ante todos los miles de catalanes con sangre andaluza que no creen en su proyecto de discriminación imprudente hacia el Sur.

Cuando leo que el vicesecretario de Comunicación del PP, González Pons, dice textualmente: «sobran políticos» –no crea­–, no pienso en usted, ya que es un buen hacedor de toda una vida dedicada a los intereses de sus conciudadanos; de su partido. Reflexiono sobre todo aquel que pierde el devenir de su historia negando lo que es ¿Puede pensar en la suya? No es de recibo que se acoja como siempre a la rivalidad de una identidad –Andalucía– para esparcir, con un humo desdeñable, las cenizas que almacena dentro de su Mechero de Bunsen. Hoy, me vuelvo a poner el impermeable que el escocés Charles Macintosh vendiera por mi primera vez un 12 de octubre de 1823.

En esta jornada, en la que la ONU celebra el Día de la lengua española para apoyar el desarrollo del multilingüismo y el multiculturalismo, recibo la grata noticia que las Naciones Unidas ha elegido Málaga como centro de excelencia tecnológica. Señor Lleida, eso sólo se consigue estudiando en las tabernas. «El estilo, como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio», decía Eugenio d´Ors, escritor y ensayista barcelonés.