Apuntémonos todos a la causa que ha montado del señor Duràn i Lleida. Coreemos sus preocupaciones porque no sólo los nacidos en Cataluña son, en su mayoría, hijos de madres extranjeras –como acaba de lamentar don Josep Antoni– sino que a mayor abundamiento es harto probable que las parturientas sevillanas, cordobesas y onubenses tengan acento andaluz. La razón de tanta sinrazón está en esa otra evidencia que nos ha desvelado el portavoz de la sensatez parlamentaria: los aceituneros altivos se van al bar a gastarse el subsidio del paro. No tenía yo las cosas tan claras en términos de causa y efecto desde que entendí que si la manzana le dio en la cabeza Newton es por culpa de no haberse sentado debajo de un peral, que diría la que va a ser nueva alcaldesa madrileña. El pensamiento holista está saliendo de las catacumbas para instalarse como pensamiento no ya único sino imprescindible. Pinta mal tener que sujetarle las alas la mayor parte del tiempo a las mariposas chinas para que no diluvie en Nueva York, así que es una suerte contar con divulgadores como Duràn i Lleida. Se ha dado cuenta de que el nombre más común en el Baix Empordà no es otro que Mohamed y eso no puede tolerarse. Si se tratara del Pallars Sobirà o del Pla d´Urgell otro gallo nos cantaría pero se ve que allí abundan más los Borja y los Jose Mari y, claro, gracias a eso se salvan. Qué cacofonía debe imperar en los parques infantiles de Sant Boi con las madres venga a llamar a Mohamed. Pero gracias al pensamiento holista cabe dejar de lado ese problema engorroso para centrarnos en el de los abusos del desempleo. Bien que hace Duràn en indignarse; llegará el momento en que uno tenga que dejar la dirección general de un banco y no pueda apuntarse de forma cómoda al paro. Aunque me dicen al oído que me equivoco, que eso ya ha pasado. Doña María Dolores Amorós, máxima figura de la CAM con un sueldo de 600.000 euros al año hasta un poco antes de que esa caja se declarase en estado de embarazo, ha tenido que acercarse a las oficinas del paro porque nadie le quiso llevar los papeles del trámite a casa. Tengo que enterarme de cuántos de los funcionarios de esa agencia del desempleo se llaman Mohamed. A ver si a la señora Amorós le dan lo nuestro –perdón; lo suyo– y, si hace falta, pues vamos y montamos una cruzada.