Hay una máxima, quizá de esas que forman parte de la ley de Murphy, que dice que cuando las cosas van mal siempre van a peor. Y el PSOE malagueño está pasando por ese incómodo trance. Ni la presencia de toda una ministra en sus listas parece ayudar a los socialistas a generar confianza entre los potenciales votantes, que en el caso de la provincia, si la encuesta del CIS acierta, se volcarán con el PP, entre cuyos dirigentes se nota y se palpa un ambiente de euforia que crece por minutos. La posibilidad de cambiar la opción de voto de miles de ciudadanos a escasos quince días del 20-N se presupone harto complicada, de ahí que el PSOE malagueño tenga ante sí tiempos complejos y un duro camino que se hará más escarpado si acaba en derrota, una derrota que dará más alas a los sectores críticos, algunos de los cuales esperan como agua de mayo esa hipotética caída. Lo cierto es que, más allá de las sempiternas disputas internas, que han existido incluso en eras de victoria, a los socialistas de la provincia les perjudica sobre manera la caída en desgracia de Zapatero y todo su equipo, es difícil vender las bondades y las inversiones del Ejecutivo central, que las ha habido, cuando la crisis y el paro son las principales preocupaciones del ciudadano, cuando los alcaldes (especialmente los del PP, que son mayoría) repiten la cantinela de la quiebra y la falta de fondos a diario ante la prensa… y cuando las encuestas van en contra. El votante socialista es más díscolo que el del PP, más crítico y más difícil de movilizar. Si a eso se le une la explosión de siglas que buscan ese voto descontento y la suerte que siempre acompaña al que ya se presenta como ganador, la ecuación da un resultado negativo. El problema es que cuando se dan pasos atrás es muy complicado volver a dar un paso al frente. Si el PSOE pierde dos diputados, tendrá que trabajar muy duro para volver a recuperarlos y eso puede suponer más de una legislatura (ejemplos hay bastantes en la vida municipal). Y todo ello sin olvidar que la carrera hacia las autonómicas está ya prácticamente comenzada y ahí la guerra va a ser aún más fratricida… Por el momento, en las filas de PP y PSOE prefieren ser cautos, ni lanzar las campanas al vuelo ni ser derrotistas. Aunque queda poco margen, cada uno por razones diametralmente opuestas, prefieren confiar todavía en la posibilidad de una sorpresa. Aunque éstas no siempre sean bien recibidas.