El lunes puse sobre la mesa del comedor todas las cartas con las correspondientes papeletas electorales que han llegado hasta el buzón de casa. Votos, para Congreso y Senado, de Partido Popular, Partido Socialista Obrero Español, Izquierda Unida y, el mismo lunes por la mañana, de Unión, Progreso y Democracia. Y decidí tirarlas a la basura. Todas. Sé que es importante ir a votar y, hasta ahora, lo he hecho siempre. Son ya 15 años participando en la fiesta de la Democracia. Soy «hijo» de la Constitución de 1978, mis padres me dieron una educación y mi abuelo me contó que él fue a una guerra para que, hoy en día, tengamos ese privilegio. Y jamás he fallado, hasta el domingo. No, no votaré.

No me veo representado en estos partidos que saben donde vivo, que ubican la urbanización en cuestión –Benajarafe–, pero que me tienen en penumbra a mí y a mis vecinos desde hace un año y medio. Ése es el tiempo en el que las farolas dejaron de alumbrar las calles. Les cuento mi modus operandi cuando llego del periódico, a las tantas, y aparco en la puerta: entonces, enciendo el móvil-linterna para tener algo de luz y atinar con la llave del coche, primero, y con la cerradura de la cancela de entrada a casa, después.

Yo, a las tantas. Mi mujer, a las siete de la tarde. La hora es lo de menos. Cuando se va el sol se hace de noche, literalmente, en mi urbanización de Benajarafe. Como no tenemos nada en común, no hay comunidad. Así que deberíamos formar parte de una entidad urbanística de conservación. En teoría, debemos conservar junto al Ayuntamiento. En este caso, el de Vélez Málaga. Pero, ¿qué ocurre cuando el consistorio hace dejación de funciones? Pues eso, que se hace de noche. De noche cerrada.

La anterior corporación –PSOE e IU, junto a los independentistas torreños– se pasó nuestro SOS por el forro de sus vergüenzas. E incluso vinieron, en peregrinación, a pedir el voto para las pasadas elecciones municipales de junio. Casa por casa, buzón por buzón. Llegó el PP, que adecentó un jardín precioso que se había convertido en selva y, con ella, en residencia de ratas, bichos, infecciones variadas y cagadero de perros de dueños sin bolsitas ni decencia. Pero todavía no le ha metido mano a la solemne oscuridad que nos acompaña. Tampoco a un parque de piedras y chinorros frente a la iglesia. Ni a una puerta de entrada al colegio San Faustino, que obliga a los niños de preescolar a cruzar todo un colegio con patio incluido en días de lluvia intensa.

Ahora, esos mismos partidos, quieren que les dé mi voto, para el Congreso y el Senado. Políticos malagueños que aspiran a representar a nuestra provincia en Madrid, en el lugar más sagrado de la Democracia, cuando no saben o no quieren o no pueden dar luz a una insignificante urbanización, adecentar un parque o arreglar una puerta de un colegio. He perdido la fe en ustedes, clase política. Y mi voto se quedará en casa. A la que, eso sí, le han pegado un subidón en el IBI que clama al cielo. Hasta las próximas elecciones...