Envidia de la mala, que por otra parte es la única que creo que existe, es lo que me viene a la memoria cuando llegamos a los comienzos de la campaña de las andaluzas. Envidia de otras comunidades que con su decisión y su voto han conseguido que se hable de ellas de un modo serio y real, buscando alternativas a la situación y proponiendo planes reales para el futuro. Aquí en nuestra Andalucía parecemos que seguimos siendo siervos de terratenientes y de chulos a caballo y no se nos ocurre una manera más seria de empezar la campaña que hablando del desvío de fondos públicos para comprar cocaína. Noticia será, y puede que sea hasta verdad, no lo dudo, pero, sinceramente, no me parece serio que el nivel del debate de la comunidad tenga que ser ese.

Mientras tanto, en Malaga y en Andalucía los lobbys que pensé que salían solo en las películas de políticos de la Casa Blanca y las de los grandes bancos de Manhattan ya están peleando y colocándose para ocupar la zona y coger el rebote: partidos políticos, familias dentro de los partidos, lobbys religiosos, lobbys financieros, sindicatos... todos nerviosos con lo que puede pasar o no pasar, con las elecciones andaluzas. Pensando en qué hay de lo mío, que lo que pase con lo de los demás, a mí, plin.

Envidia de no tener un Jordi Pujol, por poner un claro ejemplo, que aúne a una comunidad, que vayamos todos en el mismo sentido, que nos quite de encima el millón de parados y que ponga a Andalucía en el lugar que se merece. A costa de que no nos tomen el pelo, advenedizos que aprovechan Andalucía cuando les interesa para el congreso que les interesa.

No soy nacionalista andaluz, ni lo seré, pero viendo cómo juega la gente a este juego o nos ponemos la ola o seguiremos siendo el último de la clase y no nos enteraremos de nada.