Como en un partido de baloncesto, los resultados electorales de Andalucía han sido emocionantes hasta última hora. Al final, el ambiente de victoria de los populares ha sido un bumerán que les ha dado en toda la boca. Si en esta ocasión el Partido Popular no ha logrado la mayoría absoluta, sabe dios cuándo la conseguirán. En Andalucía no basta con sacar un sobresaliente parlamentario, hay que alcanzar la matrícula de los 55 escaños para que los demás no hagan una pinza que asfixie las posibilidades de lograr el gobierno de la Junta. Los Reyes Magos de las papeletas han traído un chasco para los populares, un respiro para los socialistas y un gordo de la primitiva para los de Izquierda Unida, que han imantado las papeletas fugitivas de votantes socialistas que no iban a virar su voto hacia el norte del PP, pero querían castigar la basura ambiental que ha aparecido bajo las alfombras de las consejerías. No había ni cenáculo ni conversación de barra tabernaria que no adjudicase la victoria a los populares. Esas orejas y rabo cortados antes de corrida han tenido un doble efecto. Los votantes de izquierda se lanzaron el domingo hacia los colegios electorales a toda prisa impulsados por el combustible del miedo, mientras que el votante más o menos de derecha, más o menos del Partido Popular se quedó en el sillón, seguro de que ya votarían los demás como él hubiera votado y tranquilo por un triunfo que ya se vendía antes de su caza. Sospecho que este domingo para unos de gloria, para otros de pasión y para otros de dolores, Griñán felicitó con todo el placer del mundo al ganador. Nunca un perdedor ha podido vociferar una derrota con tanto sabor a victoria. Así es la política, así son las cosas. El voto de izquierdas ha permanecido a pesar del 12% de abstención. El Partido Popular aumenta su presencia como si se hubiera calzado unas cuñas o algo así. La coalición de progreso o de izquierdas como cada quién quiera llamarla está ya cantada. Hoy lunes, los teléfonos humearán ya al rojo y perdón por el fácil juego de palabras.

Los políticos socialistas tienen mucho que perder si no se llegara a un acuerdo de gobierno. El Partido lleva ya 32 años en el poder y eso inutiliza bastante a cualquier político para la vida de ciudadano que se busca la vida en la calle. Izquierda Unida sólo tiene que maquillarse un poquito, vestirse la mantilla y sentarse con el abanico en la reja a tomar el fresco de la tarde, que ya llegará el pretendiente ofreciendo y dando todo lo que tenga que ofrecer para conseguir pelar la pava 4 añitos. Al margen de estas elecciones concretas nada hay más dañino para un pueblo que gobernantes perpetuos, ni el PSOE en Andalucía, ni el PP en Valencia por ejemplo. El oxígeno institucional es sano para prevenir corruptelas y cuasi dictaduras. Franco llegó a los 40 años en el poder y si el PSOE hubiese obtenido la mayoría absoluta hubiese alcanzado en solitario los 36. No parece saludable. La entrada de Izquierda Unida a la segura coalición frente al PP debe significar esa regeneración de las instituciones por el bien común. Las urnas han hablado y que tomen nota en Madrid de que provocan miedo. La única posibilidad para que el Partido Popular se siente en el trono de Sevilla es que la comandita previsible entre ambas formaciones de izquierdas no se produjera y por algún arte de birlibirloque, esta bronca finalizase en una solución a la asturiana, esto es, nuevas elecciones en menos de un año y que el votante popular hubiera aprendido algo de esta tarde de domingo. El día que Arenas gane, en caso de que se postule de nuevo como candidato, y en caso de que esa victoria sucediera, lo mismo le da un síncope de la emoción. Vamos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos, pero ya digo, Izquierda Unida se quiere dejar querer y el PSOE tiene que quererla aunque no le guste, por pura necesidad, que es lo que mantiene con solidez cualquier vínculo marital.