Hay pérdidas cutres y pérdidas heroicas. No es posible, por ejemplo, revestir de carácter épico la pérdida de la dentadura ni la de la capacidad venérea ni la de los pantalones (o la falda). Tampoco las pérdidas de orina, pese a la colaboración de Concha Velasco, podrían alcanzar el título de homéricas. En cambio, sí puede calificarse de gesta memorable la pérdida de una vida, incluso de una pierna, depende de las circunstancias. «Pérdida, eso sí fue pérdida, cuando lo perdí todo porque perdí tu amor», decía una hermosa canción de Los Panchos cuyo estribillo, no sé por qué, da vueltas en mi cabeza desde que me he levantado. Se canta lo que se pierde, decía Machado, salvo excepciones como las señaladas al principio de estas líneas.

Viene todo esto a cuento de las hazañas bélicas que estamos leyendo a propósito de las derrotas del Barça y del Madrid en los partidos por los que han sido expulsados de la Liga de Campeones de la UEFA, signifique lo que signifique UEFA. ¡Qué destino trágico el de estos dos equipos, que en lugar de perder los dientes o la orina han perdido el balón! Y conste que utilizamos el adjetivo «trágico» con todas las connotaciones derivadas del sustantivo «tragedia». En esas dos tragedias consecutivas, ambas de carácter épico, estamos estos días engolfándonos como alcohólicos en el coñac de garrafa, quizá para olvidar gestas cotidianas más miserables, como las de hacer frente a la hipoteca o al plazo del coche. ¿Da gusto o no da gusto perder así?

Sí, señor, da gusto, un gusto doloroso si ustedes quieren, pero gusto al fin. Se dice pronto: perder con una actuación genial de Casillas. Perder con un fallo de Ronaldo. Perder con una posesión del balón del 80%, por dar una cifra. Perder ganando, en fin. Si fuera verdad, como afirman los expertos en la materia, que el fútbol es una metáfora de la vida, tal vez las pérdidas de puestos de trabajo, de derechos sanitarios, de poder adquisitivo, etc., que estamos sufriendo puedan ser relatadas en su día con la prosa vibrante con la que ahora relatamos nuestro papel heroico, aunque desventurado, en la Champions. Y así, despacio, pero poco a poco, como decía mi profesor de Historia, dignificar otras pérdidas por ahora tan mal vistas. ¡Viva todo!