En cuevas de Málaga se han localizado huesos de foca monje o foca fraile mediterránea (Monachus monachus), según los antropólogos en el periodo paleolítico su carne, piel y grasa eran muy apreciadas por los primeros pobladores del litoral malacitano. La primera cita escrita de estas focas fue realizada por Homero en su conocida obra literaria La Odisea y aunque nos parezca increíble, hace pocos años era posible avistarlas en la costa europea del mar de Alborán. En Málaga habitaban en la zona del río Guadalhorce y su último reducto andaluz se localizaba en Almería, en el «arrecife de las sirenas» de Cabo de Gata, que debe su nombre a la colonia de focas que albergaba en sus acantilados. En 1992 desapareció «Peluso», la última foca Monje en territorio español, habitaba en las islas Chafarinas, próximas a Melilla, como único superviviente en nuestras aguas de la numerosa colonia argelino-marroquí. Actualmente se estima que su población mundial se ha reducido a 500 ejemplares y por ello, su especie está considerada en peligro de extinción.

Desde hace dos décadas el Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas de la Consejería de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca, viene registrando la llegada esporádica de focas, que después de realizar miles de kilómetros desde su población de origen en el Atlántico norte, cruzan las «Columnas de Hércules» del estrecho de Gibraltar y se adentran en el mediterráneo andaluz. Se trata de la especie Cystofora cristata, conocida como foca de cascos. Parece ser, que individuos jóvenes de esta especie se lanzan a alta mar, hacia el Sur, aventurándose para colonizar nuevos territorios y llegando a realizar hasta mil kilómetros sin tocar tierra.

Esta semana nos ha sorprendido un ejemplar juvenil de esta foca avistado en el río Guadalmedina, en pleno centro de la ciudad, en aguas conocidas por su dudosa calidad ambiental y por ser un contenedor de residuos varios. Lamentablemente presentaba una grave infección gastrointestinal que hizo imposible su recuperación.

Hasta el momento, solo ha sido posible la recuperación efectiva y su liberación en la mar, de una joven foca hembra que llegó de madrugada a la costa granadina de Almuñecar en el año 2001. La llamamos «Cleo» y fue noticia en los medios de comunicación españoles e ingleses por su periplo viajero por tierra, mar y aire de vuelta a una colonia de su especie en unas islas situadas al Norte de Escocia. Después de tres meses ingresada en el CREMA del Puerto de Málaga, y rehabilitada de diversas hemorragias internas debidas a diversas úlceras en su estómago, producidas por pequeñas piedras o «chinos del rebalaje» que había ingerido. Estas focas al llegar extenuadas a la costa, sucumben a la necesidad imperiosa de llenar su estómago con los primeros objetos sólidos que encuentran.

Después de alimentarse diariamente con un par de kilos de boquerones frescos de la bahía de Málaga y «ponerse como una foca», la foca Cleo multiplicó su peso por dos en sus meses de hospital marino. Salió en vuelo directo desde el aeropuerto de la capital de la Costa del Sol hacia Londres, desde la capital británica partió en tren hasta las tierras escocesas de Glasgow y finalmente el cuerpo de Marina inglesa la liberó en una isla habitada por un numeroso grupo de su especie.

Desconozco hasta qué punto pueden comunicarse las focas y aunque sea formidable, esta pequeña sirena viajera lo tendrá difícil para que sus congéneres den crédito a sus aventuras en el mar de Alborán, su relación con los humanos de la costa y las diferentes máquinas de transporte que han posibilitado su regreso.

Las focas intentan colonizar de nuevo la costa del mar de Alborán, pero nuestro litoral está sobreconstruido, y en algunos puntos contaminado, la presión de la población humana hace casi improbables estas arriesgadas acciones de las aventureras focas del Norte. Quizás la pequeña Isla de Alborán pueda ser uno de los pocos enclaves que aún puedan ser habitados por estas focas e inspirar de nuevo leyendas marineras sobre las sirenas en el mare nostrum.