Unos por vocación y otros para trincar, hay quien entra en política para servir al ciudadano y, al mismo tiempo, servirse una lucrativa cuenta corriente en Suiza. El tesorero pepero Bárcenas, con sus sobres de parné a la cúpula gaviotera, y la escritora fantasma Amy Martin -a 3.000 euritos el artículo-, de la Fundación Ideas socialista, coparon las portadas de la prensa nacional la pasada semana. El turno es hoy para Revenga, secretario personal de la infanta Cristina, vinculado al duque «Empalmado» Urdangarín, en el caso Nóos. Eso en clave nacional. En Málaga, el juicio por el saqueo de Marbella, con Julián Muñoz, Isabel Pantoja, Maite Zaldívar y el resto del zoológico quedó ayer visto para sentencia. Blanquearon todo lo que pudieron, según el Ministerio Fiscal. Lástima que les llegara tarde al amnistía fiscal del ministro Montoro. Hacienda, que somos todos, está tan tiesa que centrifuga mierda si es necesario. La última del fisco (caso real en la provincia) es investigar la deducción autonómica que se aplica por compra de primera vivienda. Los caníbales de la Agencia Tributaria ven que el consumo de luz es el mínimo y envían una paralela a la declaración de la renta para que se devuelvan todas las deducciones practicadas... Ahora, que el contribuyente demuestre que vive allí, pero que como está desempleado va sólo a dormir, y si le ha salido plan. Que en casa de los papás se vive más barato.

La malversación política no es más que un buen espejo de la sociedad española, el fiel reflejo de ella, donde se trabaja en negro, se cobra en «b» y no se mete el IVA. El alquiler no se declara y cuando el arrendatario deja de cobrarlo y acude al abogado para echar al inquilino, el presupuesto por los servicios no incluye el impuesto. Que sólo se pasan las facturas convenientes para llegar a un límite mínimo. Y eso ocurre con demasiada frecuencia tanto con el profesional liberal cualificado -llámese arquitecto, abogado o médico de pago- como con el que va a casa a hacer una chapuza. Mi vecino casi tiró la casa entera, pero al Ayuntamiento le presentó una obra menor. Tres ladrillos y cuatro cubos de mezcla para arreglar el cuarto del bebé en camino. Para pagar menos. Por supuesto que el proyecto falso era con IVA. El real... ¡ni de coña! Y sucede en los bares y restaurantes, donde la carne, el pescado o la verdura se factura sin IVA, faltaría más. Y en esa taberna donde la mitad no se declara, el camarero está dado de alta dos horas al día, aunque la pinta que tiene el cocinero es de echar 10. Y más de 15 los fines de semana, cuando hay bulla. Y como la espalda le molesta, el friegaplatos se va al médico a pedir la baja. Acude sin dormir, despeinado, porque el convenio laboral le da el cien por cien de la nómina las dos primeras semanas. Así que a chupar. Y ahí acuden raudos los mandatarios para disminuir las prestaciones y el paro. Porque el que no curra es casi porque no quiere. Con la mitad del país que trabaja cobrando entre un 10 y un 20% menos que hace un año «por la crisis», la clase política sigue pegada al coche oficial, al móvil, al cargo de confianza, al cobro por pleno, por junta de portavoces, por comisión de... y, el que puede, a la cuenta en suiza. Aunque luego a Cospedal no le conste.