Anoche soñé que tenía de mascota a un perro muerto al que ponía de nombre Fiodor, en homenaje a Dostoievski. Por asombroso que parezca lo que más me intrigaba de él no era que estuviese muerto, ni siquiera su manera de ovillarse, sino que en el mismo sueño reparaba en que jamás sería molestado por ninguna de sus perrunas deposiciones. Los muertos, incluso cuando son cánidos, no secretan, esputan, cagan o mean, lo cual en estos tiempos, lacerados y confusos, resulta un alivio. Con tanta realidad en B, con tanto festín subrepticio, no sería descabellado pensar en la injerencia maleducada de algún pequinés o un presidente de la CEOE recién salido del antiuniverso. España está instalada desde hace décadas en la ficción; su riqueza era ilusoria, su contabilidad pardusca, por lo que no es de extrañar que en esta etapa tan rigurosa y berlusconiana haya algún pliegue con el ectoplasma de Rajoy dándole al bunga bunga de las mama chicho. Yo ya no me fío de nadie. El verdadero país puntea en una dimensión desconocida. Probablemente con un vídeo del presidente transmitido a la venezolana, veinticuatro horas al día. Como si fuera poco todo este estropicio de notas y calígrafos, al señor Rajoy no se le ocurre mejor remiendo que dar esquinazo a la prensa con una pantalla y un discurso inútilmente redactado por una pandilla de leguleyos. Bien. Recapitulemos: tenemos un presidente que responde en dos dimensiones frente al Watergate de su partido; una ministra a la que le gustan los bolsos caros; un exdirigente de la patronal que es un chorizo y un partido de la oposición que financia ERE y paga 3.000 euros por artículo a una tal Martin, que, para colmo, ni siquiera tiene el buen y solidario gusto de ser mi heterónimo o mi prima. O dicho de otro modo: España malvive con un Gobierno bajo sospecha que no ha hecho otra cosa desde que llegó al poder que incumplir promesas y aplicar obedientemente los dicterios económicos de Europa, incluidos los de corte más suicida. Sin necesidad de despertar a Bárcenas, como otros despertaban a las bestias de la mitología, Rajoy y sus pupilos han dado la sensación de carecer en todo este tiempo de voluntad política, lo que en la práctica no ofrece mucha diferencia con una partida de tecnócratas de Bruselas con orejas de burro. El PP quiere hacernos creer que la bestia Bárcenas era una especie de becario externo sin apenas conocidos ni amistades dentro del partido. Un tipo que iba por libre, con aires de torero jubilado y al que había que dar un par de folios y una calculadora por si se decidía a echar un rato de cuentas después de la visita a la finca. El argumento es demencial. Como también las últimas perlas de Rajoy. «Todo es mentira, salvo algunas cosas». Toma rizo sobre rizo: un gallego presa de relativismo. Mientras, Wert, mira a cámara y sigue a lo suyo. Ahora le molesta que haya estudiantes vocacionales, con lo bien que nos ha ido con la vida pragmática y la apuesta por el ladrillo. La tierra ya no es redonda. Ten cuidado Fiodor, tu piel se ajusta al cuero y a los pantalones muy pitillo.