Con una ardiente paciencia conquistemos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano» -escribía Pablo Neruda. Pero son 45 siglos los que han transcurrido desde que Uruk, entre los ríos Tigris y Eúfrates, al sur de Iraq, se organizase como primera ciudad de la Historia. Gracias a un fascinante legado en escritura cuneiforme, sabemos de sus asuntos políticos, de su instrucción y su literatura, de su filosofía y su ética, de sus leyes y su justicia, de su agricultura y su medicina, e incluso de su vida sentimental.

En 1973, cuando elegí Málaga para vivir, yo tenía 23 años. Mi nueva y definitiva ciudad era una ciudad sin armonía, muy diferenciada de este a oeste, sin zonas verdes€, con un desarrollismo irracional que generó la mayor densidad de población de Europa en la zona de Carretera de Cádiz€ Una ciudad víctima de políticas del pasado que permitieron destruir patrimonio histórico, industrial y medioambiental. La democracia hizo que, por fin, los planes urbanísticos fuesen más racionales y poco a poco Málaga se fue convirtiendo en lo que hoy es.

Pero lo que parecía historia, vuelve a amenazar nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia. Los chiringuitos en la arena del Paseo Marítimo de la zona Este, recientemente construidos con el beneplácito de las tres administraciones públicas, obstaculizan intermitentemente la bellísima visión de la bahía de Málaga. ¿Se imaginan esto en La Concha de San Sebastián? Los intereses económicos vuelven a establecer los criterios, obviando el valor de las emociones que producían la contemplación limpia de la belleza paisajística.

Historia muy diferente fue el desatino de la transformación de la Plaza de La Marina, espacio baldío en el mismísimo corazón de la ciudad convertido ahora en una pista de monopatines. O la brutal agresión que hace unos años sufrió el edificio de La Tabacalera: Un bloque de pisos integrado en la fachada sur del paseo marítimo impide para siempre la hermosa vista de su arquitectura. En el Monte San Antón, espacio natural de la ciudad, se construyó, hace solo una década, un complejo deportivo hispano ruso de alto rendimiento. Los magnates rusos seguramente encontraron pocas dificultades en hacer de un bosque un enorme mamotreto de cemento para uso privado.

En la interesante conferencia que impartió en el Palacio de Ferias el pasado día 5, el arquitecto Salvador Moreno Peralta con el título «La ciudad como utopía», decía que «las utopías se inventan para gestionar la convivencia». Y como ejemplo describió el metro de la ciudad de Medellín en Colombia. Un metro llamado «Metro Cultura» como un espacio de encuentro y de oportunidad de educar a la ciudadanía. Decía, en su concepción de urbanista, «que la ciudad debe ser el mito del refugio social». No en vano -añado yo-, como dice William Cowper, «Dios hizo el campo, y el hombre la ciudad».

La ciudad genera riqueza, inspira, crea cultura, divierte, educa€, pero también destruye, margina, dispersa, corrompe, clasifica a las personas, ensombrece€ Un paseo por Málaga nos puede descubrir las luces y las sombras de una ciudad que aspira a ser mucho más que sol y playa. En el paseo podemos apreciar un Puerto inacabado en su zona oeste, con un frustrado Auditorio que superaría 46.000 metros cuadrados y 100 millones de euros de inversión, y un gigantesco cubo de cristal sin contenido. Un Convento de la Trinidad en lista de espera, una Tabacalera en estado de buena esperanza, un museo de los museos en el Astoria que no sabemos qué será, un Museo de la Industria que no encuentra lugar en la 2ª ciudad industrial de la historia de España después de Barcelona.

Y mientras sigue el debate y pasa la crisis, vuelve la recuperación y nuevamente la crisis, y así sucesivamente, la cicatriz del Guadalmedina (500.000 metros cuadrados), no cambia, permanece como una herida abierta que sorprende a turistas y asombra a quienes vemos el paso de los años sin esperanza de solución. No obstante, sigo atrapado por la belleza de esta ciudad, por su enclave, su clima, su gente, su historia, su gastronomía, sus calles y su creciente oferta cultural: Museo Picasso, Museo Thysen, próximo Museo de Bellas Artes, el Teatro Cervantes, la Sala María Cristina, el Ateneo... El conjunto histórico del Teatro Romano, la Alcazaba, la Catedral y las iglesias barrocas; El Pimpi, templo de la invocación al recreo, a la cultura y al buen vino... y muchos espacios culturales más que demuestran las potencialidades y las posibilidades de esta ciudad «imperio de la luz», como la definió Ortega.

De cualquier forma, el Ateneo de Málaga en su línea de fomento de la cultura crítica, intenta iluminar el pensamiento, incitar a la reflexión, implicar a la ciudadanía en el debate sobre su propio hábitat. Esto pretendemos con el número 16 de la revista Ateneo del Nuevo Siglo «La ciudad inteligente», una publicación dirigida por Juan Ceyles Domínguez, Vocal de Comunicación del Ateneo, editada y coordinada por el arquitecto Carlos Hernández Pezzi, con ilustraciones de Rogelio López Cuenca.

*Diego Rodríguez Vargas es presidente del Ateneo de Málaga