Cuando venimos de un larga travesía por los mundos de las sombras, la luz es más notable. Atrás queda el periodo oscuro que nos mantiene -cada vez más- sometidos al ubio de los otoños y los inviernos, que es un ubio negro. Ya está aquí el verano y, con él, los anhelados y los largamente esperados ingresos. ¡Qué luz..!

La luz nos tersa. De pronto, todos más tersos, como más jóvenes... Y, con la luz, los ingresos, ¡qué descanso...! Las noches bañadas de ingresos son menos sombrías. La luna del insomnio mengua hasta hacerse nueva, y, el insomnio, como la luna nueva, se hace invisible. ¡Jo, cómo se duerme a la luz de los ingresos, ¿verdad...?! Cuando las cosas van bien, todo es distinto. ¿O es cuando las cosas van mal que todo es distinto...? ¡Señor, qué difícil es saber cuál es la normalidad turística...!

El alma turística es el principio sustancial que la naturaleza, la historia, la cultura..., otorgan a los territorios turísticos y que estos, a su vez, transfunden a sus gentes, y digo que la transfunden, porque por muy habilidosos y capaces que seamos los turísticos, siempre seremos una raza imposible fuera de los territorios turísticos. El alma turística le da entidad a cada turismo y lo define. Después viene el negocio y la política, que tantas veces no tienen alma turística, sino otra cosa que, en ocasiones, hasta hace que los territorios turísticos terminen cumpliendo su ciclo de vida; y pierdan su alma; y se alejen de sus destrezas proactivas; y se entreguen a la vorágine de la reactividad, de la urgencia y de la defensa propia «eficaz», para la subsistencia, en unos casos; para alimentar la cuenta de resultados, en otros; y para el popularismo político, en otros. Hay «eficacias» de algunos que hasta pueden suicidarnos a todos... Tanto es así, que cuando hilvanamos «turismo» y «negocio» o «turismo» y «política» en la misma oración, entro en pánico. ¡Madre qué susto...! El riesgo de que fabriquemos un oxímoron nada retorico en ambos casos me da jindama... No lo puedo remediar. No se trata de que «turismo» y «negocio» o «turismo» y «política» sean, per se, conceptos antitéticos -que no lo son-, ni que «ingresos turísticos» y «alma turística», o «rédito político» y «alma turística» sean, per se, incompatibles -que tampoco lo son-, pero, no sé..., el peligro latente de que el negocio o la política pudieran llegar a tener más que ver con el alma de los ingresos o con el alma del rédito político, que con el alma turística, me da pavor. Uno es así...

Cuando el alma turística se manifiesta y, además, coincide con el meollo estacional de los destinos turísticos, que es cuando medio mundo está en ellos y el otro medio está de camino -o sea, ahora, en el caso de nuestra bendita Costa del Sol-, es cuando el alma turística marca la diferencia... Cada pensamiento, cada gesto, cada acción se convierte en un sumando emocional que hará posible que esa experiencia en la que nuestros visitantes han invertido parte de sus ahorros, sea realidad y les merezca la pena. Con ello, no simplemente estaremos cumpliendo con la labor puntual o accidental que nos corresponde hoy, sino que estaremos facilitando la que nos corresponderá colectivamente mañana y, sobre todo, estaremos influyendo en alguna de las tres patas de la sostenibilidad, que ya hace tiempo que esperan. Y la que mucho espera..., ya se sabe.

En este periodo de máxima afluencia, en el que las filosofías compensatorias de nuestros negocios nos empujan al «ahora o nunca», y nos dictan que es la hora de procurar los máximos ingresos posibles; y, en el caso de los profesionales de la política, los invita a la foto políticamente oportuna en mangas de camisa, no reneguemos -ninguno- de nuestra alma turística, sobre todo, por el valor añadido que aporta en esos indeseables momentos en los que hasta pudiera ocurrir que lleguemos a tener entre nosotros más clientes a la búsqueda de experiencias de los que debiéramos -aborrezco ver a nuestros dadores de riqueza, los clientes, a modo de impenitentes veceros en cada una de las actividades que conforman el sueño por el que han pagado-. Cuando nuestra misión principal es facilitar las experiencias y emociones que nuestros clientes persiguen, como arma, solo cabe un alma, la turística.