El joven marroquí cuyo esqueleto, envuelto en un traje de neopreno, apareció flotando entre Alicante e Ibiza, se supone era un graduado en contabilidad e informática que hablaba cuatro idiomas, cuyo currículo aparecía en Internet. Debió de preparar a conciencia su paso del Estrecho, frustrado por la fuerza de la corriente entre el Atlántico y el Mediterráneo: llevaba una mochila impermeable con ropa limpia y seca, pasaporte, un teléfono móvil y unos cientos de euros, para empezar otra vida. En la que se supone es su foto en Linkedin muestra una mirada decidida y digna. Quiero imaginarlo llegando a una playa de Málaga, quitarse el traje de neopreno, enfundarse el de calle, llamar a su familia y a su novia diciendo "he llegado", y echar a andar por las calles, silbando, en busca de trabajo. Intento hacerme idea de su entusiasmo vital en ese instante, como parco pero respetuoso homenaje.