Ha sido el único lunar en el fichaje del malagueño Isco por el Madrid. Bueno, el único, no. Han sido dos en uno. Los madridistas sabían que el joven Francisco Román Alarcón, de 21 años edad, residente en Benallmádena, era, de pequeño, mitad monje mitad soldado; quiero decir, mitad blanquiazul, mitad blaugrana. Y por esa razón, con idea de borrar desde el principio tan penoso antecedente, cuando fue presentado anteayer en el Bernabéu, las masas allí presentes le instaron a que se cogiera el escudo del pecho y lo besara con devoción, como suelen hacer tantos y tantos «cracks» que buscan el aplauso fácil del público para, a continuación, llenarse los bolsillos hasta que haya que repetir la jugada con otro fichaje en otro club. Pero Isco no aceptó la propuesta. Y el público quedó algo disgustado.

En la rueda de prensa con los periodistas, el inteligente futbolista malagueño aclaró que, en el fondo, ese gesto hubiera sido interpretado como falso. Vino a decir que, con los triunfos, ya vendrían los gestos y que él llegaba al Real Madrid con muchas ganas de triunfar.

Pellegrini quería llevárselo al Manchester, y él hubiera estado encantado de servir a tan gran señor, del que tanto aprendió y a quien tanto aprecia, pero ante la fuerza (económica) del Madrid (él le llamó ·el mejor equipo del mundo», por indicación expresa de Florentino) era imposible no aceptar.

Negarse a besar, ante su público, el escudo del club que le acaba de hacer millonario era ciertamente una altanería a la que tendrá que hacer frente partiéndose la crisma. El otro lunar en la fiesta de la presentación de Isco surgió cuando algunos incordiantes plumillas se empeñaron en desvelar que el malagueño tenía un perro que se llama Messi. Eso gustó mucho menos. A los aficionados no les hizo ninguna gracia. A los periodistas, algunos de los cuales llegó a sugerir al recién fichado que le cambiara el nombre al animalito y que, en lugar de Messi, le pusiera, por ejemplo, Zidane, tampoco les entusiasmó. Isco dejó claro que Messi, su amado perrito, seguiría llamándose así porque solo supone una anécdota de su infancia sin más valor que el del cariño a un noble animal.

En cualquier caso, a Florentino Pérez, tan quisquilloso con las quisicosas de su Madrid de su alma, tampoco le agradó que Isco procediera del amor a unos colores que representan a su peor enemigo. Y mucho menos que su mascota llevara por nombre el del futbolista considerado por todo el mundo (menos por él, claro) como el mejor de la historia. De ahí su empeño en obligar a Isco a que dijera mil veces que su nuevo club es el más poderoso del mundo.

Hasta el momento de pergeñar estas líneas, nada sabíamos de la opinión de Lionel Messi sobre la existencia de su perruno y ahora adversario tocayo, al que alguien le hará, seguramente, la putada de ponerle una camiseta del Madrid. Messi no tuvo perro cuando era chico, porque siempre fue demasiado chico. Aunque ahora es el más grande.