The Economist, el influyente semanario británico que muchos llaman la moderna biblia del capitalismo, es desde su fundación a mediados del siglo XIX un fervoroso defensor del libre mercado. De ahí que no sorprenda la crítica que hace esta semana en sus páginas a las preguntas que se les hicieron a los alumnos franceses en el examen final del baccalauréat (bachillerato), de las que dice que son «particularmente reveladoras de cómo se enseña a los jóvenes de ese país a ver el mundo». Una forma sin duda muy distinta de cómo lo ven esos discípulos de Adam Smith.

Todos los escolares, incluidos los de ciencias, tuvieron que someterse a un difícil examen de filosofía en el que se les hacían preguntas como la siguiente: «¿Qué le debemos al Estado?».

En las pruebas de economía y ciencia sociales, los jóvenes debían hacer sus propios comentarios a una tabla de distribución de la riqueza según la cual un 10 por ciento de los hogares franceses son propietarios del 48 por ciento de la riqueza total del país.

Con tales planteamientos no es extraño que el semanario que leen los hombres de negocios de todo el mundo señale en tono crítico que el currículo académico está demasiado escorado en Francia hacia el conflicto social y que el análisis de la estructura social comienza con -¿quién si no?- Carlos Marx.

The Economist ha espigado en los diferentes libros de texto y ha encontrado títulos de algunos temas como los siguientes: «Cada vez más suicidios en el trabajo» o «Cada vez más empleo precario».

En un capítulo de uno de esos libros dedicado a la «justicia social» pregunta al alumno si las remuneraciones elevadas de algunos ponen en peligro esa misma justicia.

La revista ha recabado opiniones de expertos como Nicolas Lecaussin, del Instituto de Investigaciones Económicas y Fiscales y autor de un libro dedicado precisamente a los libros de texto de economía, según el cual en Francia sigue viva «la mentalidad de la lucha de clases».

A uno se le ocurre, sin embargo, que los asuntos por los que se pregunta a los alumnos franceses antes de ingresar en la Universidad son oportunos y realistas. Todos tienen que ver con algo que vemos que sucede en nuestro entorno desde el desmoronamiento de los regímenes comunistas, que abrió de par en par las puertas a un capitalismo sin complejos.

The Economist ve, por el contrario, en los manuales del país vecino una invitación al pesimismo y los responsabiliza de fomentar entre sus ciudadanos la hostilidad al libre mercado.

Según una reciente encuesta, sólo un 4 por ciento de los franceses considera que el capitalismo de libre mercado funciona bien, frente a un 27 por ciento de los estadounidenses y un 22% de los chinos.

Claro que cada cual es libre de preferir al análisis crítico de la realidad los cuentos de hadas.