El deporte español se desangra y en Madrid se fomenta el sueño de los Juegos Olímpicos. El deporte español padece gangrena y hiede. Desparecen clubes de fútbol, baloncesto, balonmano... hay deportistas que se ven obligados a emigrar y se sigue programando con vistas a 2020. Juan Antonio Samaranch hijo ha dicho que si Madrid no obtiene la sede olímpica el deporte español las pasará canutas. Su pronóstico contiene un error: el futuro ya está aquí.

La desaparición del Atlético de Madrid de balonmano ha sido un aldabonazo para muchas gentes que hasta ahora miraban hacia otro lado. No es nuevo el hecho porque el club ya prescindió hace años de esta sección que le dio lustre y déficit. Recogió el balonmano del club de Ciudad Real que había creado afición en La Mancha, pero no logró mantenerse económicamente. Es historia repetida. Hace un par de años se anunciaron nuevas defunciones y nadie se mesó los cabellos. Se retiró algún club de Segunda B y en Valencia se dio carpetazo al Ros Casares, club de baloncesto femenino, que no pudo soportar la crisis de la empresa que lo mantenía. Con deportes minoritarios se han hecho experiencias con escaso fruto aunque deportivamente se hayan ganado títulos. Sucedió en los años setenta en Xátiva cuando el dueño de una fábrica de lámparas montó un gran equipo de voleibol femenino. En la misma ciudad existió un gran equipo de atletismo liderado por Antonio Amorós hasta que acabó el patrocinio de la Papelera San Jorge del señor Molina. El balonmano femenino de Valencia fue ejemplo deportivamente, pero tampoco pudo tener vida eterna. En este país ni siquiera el fútbol puede vivir y muchas de las disciplinas se han mantenido porque las entidades futbolísticas las han protegido. Lo hizo el Valencia con el atletismo, lo sigue haciendo el Barcelona con varias secciones desde el baloncesto al hockey sobre patines. El Madrid mantiene el baloncesto y siempre se ha negado al balonmano y al fútbol sala. Santiago Bernabéu cerró la sección de atletismo el día en que se percató de que en las pistas de la Ciudad Deportiva sólo había un atleta y porque era empleado del club.

En algunos casos, se ha montado un tinglado inadecuado al potenciar profesionalismo con grandes salarios en deportes de escasa asistencia y mínima aportación publicitaria. En el Tour está corriendo el Euskaltel Euskadi y su futuro es más oscuro e incierto que el reinado de Witiza. Para la próxima campaña le van a faltar las subvenciones del erario público y sin ellas, el equipo, con figuras y salarios elevados, no se podrá sostener.

La Federación Española Fútbol, gloriosa ella con sus títulos, no ha podido montar el calendario de Segunda B porque se desconoce el número exacto de clubes participantes. Una sociedad de gran tradición como la Unión Salamanca ha echado el cierre por las deudas. Juan José Hidalgo, dueño de grandes compañías de transporte aéreo y agencias de viajes, que comenzó su carrera empresarial como chofer del autobús que transportaba al Salamanca, ahora, rico entre los ricos, en lugar de mantener el club de toda su vida ha optado por comprar la plaza vacante para el Salamanca Atlético con lo que empieza de cero y no se hace cargo de las deudas del club muerto que no hay quien las pague. El sistema de dejar morir un club y partir de cero ya se ha dado varias veces. Caso presente, el Málaga que no es es el Club Deportivo fenecido hace años. En Burgos han creado y enterrado dos clubes de Primera y en Logroño ya no se sabe cuál es el de verdad.

Mientras la candidatura olímpica predica las grandes ventajas de Madrid respecto de Tokio y Estambul, nuestro deporte está, más que enfermo, en la UVI. Al fútbol le han tomado la medida desde el CSD para que vaya pagando a Hacienda y Seguridad Social. Ahora, habrá plan para el balonmano. Sin embargo, la gran solución no está en ir poniendo parches, sino en fijar la autentica dimensión del deporte en general y de todas y cada una de las especialidades. La enfermedad parte del hecho de que los dirigentes de las disciplinas minoritarias han creído encontrar la piedra filosofal estructurándolas a imagen y semejanza del fútbol. El fútbol español es ejemplo de mala administración. Está sometido a concursos de acreedores y sigue empecinado en grandes fichajes.