Impuestos

Mariano Rajoy, dando por terminadas sus vacaciones, ha dicho sin ambages que el próximo año bajará los impuestos. El hombre, tras anunciarlo pareció haberse quedado tan pancho, como si con ello diese por terminada la polvareda ocasionada por el asunto Bárcenas y como si estuviese seguro de que con sus palabras el aliento reposado volverá a la ciudadanía, tan alterado en este verano que empieza su declive. Pero ocurre que las promesas del presidente del Gobierno presentan dificultades para ser creídas. Ya vimos lo que ocurrió cuando prometió el oro y el moro en la campaña electoral que acabó por aupar el PP al poder y todo se quedó en agua de borrajas, o sea en nada, o como dicen en mi pueblo serrano al pie de Ronda con el desparpajo que caracteriza a sus moradores: «Leche y picón». Pero sí, ha anunciado una bajada de impuestos en ciernes, seguramente porque alguien le ha susurrado al oído algo parecido, cuando no la misma frase del Nobel de Economía, Milton Friedman: «Estoy a favor de reducir impuestos bajo cualquier circunstancia y por cualquier excusa, por cualquier razón, en cualquier momento en que sea posible». Este mismo economista dejó otra frase lapidaria: «Los capitalistas consiguen el dinero necesario comerciando. Los políticos, tomándolo por la fuerza mediante la promulgación de impuestos». Tal para cual y sin comentarios que ambas son lo suficientemente clarividentes.

¡Ay, los impuestos! No hay ciudadano que no diga que pagan demasiado para lo que reciben. Por lo que se exige, por su peligro inmanente, tratarlos con sumo tacto, cuanto más en tiempos como los que corren minados con dificultados sin cuento y cuando las encuestas son sucesivas manifestaciones del descontento ciudadano y la pérdida de confianza hacia los políticos por los casos de corrupción que no cejan. A lo que habría que añadir las sospechas más que fundadas de gastos inconsecuentes de las diferentes administraciones públicas.

Veremos en qué queda la promesa del presidente y no desembocan en esa frase que ya es un soniquete aburrido: «Me equivoqué. Lo siento». Al tiempo.

José BecerraMálaga