Una frase escrita y tu vida puede cambiar en tres meses. En la página 209 del BOE de 26 de diciembre de 2013, un par de palabras leguleyas y algún numeral: «disposición», «adicional», «sexagésima» y «quinta», te pueden dejar sin prestaciones de la Seguridad Social. Un castigo más para quienes han tenido que marcharse a buscar trabajo. Un regalito del que nada sabía Papá Noel en Nochebuena ni los Magos de Oriente, aunque llegaran después de la novedosa disposición en el BOE, publicada con alevosía el día después de Navidad.

¡BOE!

El párrafo 2 de esa disposición 65ª añadida a la Ley General de la Seguridad Social dice: «A efectos del mantenimiento del derecho de las prestaciones sanitarias en las que se exija la residencia en territorio español, se entenderá que el beneficiario de dichas prestaciones tiene su residencia habitual en España aún cuando haya tenido estancias en el extranjero siempre que éstas no superen los 90 días a lo largo de cada año natural». O sea, que con sólo tres meses fuera sin cotizar en España pierdes la «cartilla» y, por ende, las prestaciones sanitarias.

Emigrantes castigados

Se ha puesto el foco en los miles de jóvenes que se verán afectados, ya que nos han abandonado unos meses intentando no abandonarse a ellos mismos. Pero también lo van a sufrir pronto, si les falla la salud, los emigrantes de otras edades, algunos de ellos inmigrantes con arraigo y residencia española, y otros trabajadores españoles no cualificados que encontraron un presente digno al amparo, sin saberlo, de la corrupción que hizo florecer el negocio inmobiliario durante los años de la burbuja en España. Aquel impresionante negocio enladrillado para algunos que ahora pagan las víctimas del derroche crediticio que lo favoreció, sedientos ante el grifo cerrado de los bancos para los pequeños y medianos empresarios y para el verdadero emprendedor, o condenados al paro de larga duración o a no encontrar un primer trabajo estable y dignamente pagado. Todo da la vergüenza habitual.

6 puntos más

También por eso habrá subido 6 puntos la preocupación por la corrupción en España, en segundo lugar y al alza según el último barómetro del CIS, además de por los continuos asuntos de corrupción que sigue conociendo la opinión pública, muchos de ellos pertenecientes a instrucciones judiciales que comenzaron hace años y que poco a poco han llegado a su fin, a pesar de la lentitud de unos procesos que ahora se van acumulando y saliendo a la palestra en tropel (y lo que queda por salir en la Gürtel y en los ERE, ayer con dos nuevos sindicalistas imputados, esta vez de CCOO). La trama Gürtel y el caso ERE son ejemplares castillos de naipes con los que han fortificado el sistema los primeros espadas que podían decidir cómo hacerlo, y los segundos y terceros espadas que asintieron, y los que miraron para otro lado. Y así…

Tres cerditos

Pero todo se derrumba cuando tiene tanto barro. Sólo hay que recordar el cuento de Los tres cerditos, no hace falta estudiar los postulados de Neil Postman para entenderlo. Pero la ciudadanía que han sido los cerditos frente al lobo, podría ser ahora el lobo que derribara las paredes que se han fabricado con sus mantecas quienes la han dejado al borde del desahucio o en la calle, con menos derechos laborales, con peores prestaciones sociales, sin un duro, frita a impuestos y con los recibos del gas y de la luz y del agua cada vez más caros. Una ciudadanía cada semana más estupefacta ante el espectáculo que suma imputaciones. Incluso ha sido imputada por fraude fiscal y blanqueo una infanta de España. Y sólo hay dos.

Filtración interesada

Hace tiempo que la ciudadanía es tratada como si fuera imbécil una y otra vez en mil asuntos. Un ejemplo es el de la destitución del director de Comunicación del Ministerio del Interior por haber informado de la última operación policial contra ETA, cuando aún no se había producido, lo que pudo favorecer la huida de alguno de los etarras que se enteró de la misma por las redes sociales. Patética filtración interesada (también lo fue la de las cifras del paro registrado de diciembre), que nadie con sentido común creerá que puede decidir un simple empleado sin la aprobación del ministro. ¡Bah!

El voto de Celia

Una ciudadanía, al menos la que se siente concernida con lo que pasa, que hace tiempo que no está dispuesta a entender que eso que llaman «disciplina de partido», a la hora de votar en el Congreso, por ejemplo, convierta a los diputados en meros botones automáticos en leyes que afectan a quienes no pueden escaparse del Gobierno cuando éste no actúa con responsabilidad institucional, sino por interés partidista o por motivación religiosa y moral, como ocurre con la contrarreforma del aborto. Por eso Celia Villalobos ha puesto en evidencia a la clase política, no sólo a sus compañeros de partido, al pedir «libertad de voto». Pero lo dejo aquí… Porque hoy es sábado.