Me contaba hace años mi amigo Ignacio que mientras trabajó en una sucursal bancaria del barrio de la Luz, cada primero de mes se acercaban muchos abuelos a cobrar su pensión. De entre todos, no pocos hacían como Rafael, que pedía sacar todo su dinero, lo contaba, comprobaba que no se habían equivocado con la transferencia y lo volvía a ingresar. Y es que hay gente que si no ve el dinero, no sabe dónde está, ni de dónde sale, ni de quién es. Y eso nos pasa con el dinero público y las cosas que con él se hacen. Como no vemos cómo se pagan las paellas y las verbenas que el Ayuntamiento organiza no sabemos de qué bolsillo sale ese dinero.

La Junta ha pasado de regalar portátiles a mantener durante 8 años los mismos libros de textos que dan en los colegios, tan desfasados están que no es que salga el antiguo rey Juan Carlos I, que también, sino que hasta la presentadora del telediario es Letizia Ortiz. Pero ni las verbenas, ni los libros y mucho menos los portátiles son gratis, los pagamos con los impuestos que cada día nos demanda alguna administración, y son los políticos en última instancia, los que, mediante las leyes, deciden en qué se gastan. Hospitales, libros, museos, verbenas, moragas, conciertos, carreteras, papeleras, metros, bancos, parques infantiles, columpios, aceras, concesiones, bibliotecas, ferias, fuegos artificiales, y además publicidad de todo lo anterior. Además, como hay hasta cuatro administraciones que pueden hacer los mismos hay directores, subdirectores, técnicos, gerentes, administración y trabajadores de todo lo anterior para cada administración. Todo eso que es tangible y lo vemos se paga con todos nuestros impuestos que no vemos, salvo que un día vayamos, como hacía el abuelo Rafael, a la administración a contar dónde y cómo está nuestra parte del dinero.