Málaga perdió ayer dinero. Celebró un día festivo, pero los turistas deambulaban como pollo sin cabeza por el Centro. Los comercios estaban cerrados, apenas había oferta. Sólo los pocos establecimientos adheridos al Málaga Cruise Shopping eran una alternativa para el visitante. En este caso eran los poco más de 2.800 cruceristas del buque Disney Magic, que atracó en la ciudad para encontrarse con un Centro prácticamente desierto. Y claro, es ver a un turista que no puede hacer una compra y calcular cuántos euros se llevará en el bolsillo de vuelta al barco y que gastará en el siguiente puerto. En este caso concreto, en Santa Cruz de Tenerife, que era la siguiente escala. Dinero que se pierde y no vuelve.

La apertura en festivos y domingos sigue siendo un tema espinoso. Los pequeños comercios insisten en que abrir sólo beneficia a las grandes marcas y franquicias, ya que para el resto supone un gasto que apenas produce ingresos que compensen los euros que vale subir y bajar la cancela.

Es difícil valorar hasta qué punto esto es cierto o sólo un miedo que no tiene correspondencia con la realidad. Sin embargo, lo que está claro es que no nos podemos permitir un Centro muerto, cerrado, cuando estamos en temporada turística y vienen visitantes con ganas de comprar y gastar. No sólo perdemos las compras que pueden surgir ese día, también la posible vuelta de turistas a la ciudad, decepcionados por no encontrar nada interesante.

Málaga recibe ya más de tres millones de visitantes al año y se ha convertido en el destino urbano que más crece de España. ¿Cuándo tendrá una consideración de ciudad turística? Es una pregunta que empieza a necesitar respuesta, porque en ella se encuentra la posibilidad de abrir los domingos y festivos. Aunque sea de forma limitada a una época del año o con una alternativa imaginativa que permita premiar al pequeño comercio local frente a las grandes cadenas. Pero hay un elemento que no se nos puede escapar, las grandes marcas también actúan como atractivo para el visitante. Encontrar el equilibrio no es fácil, pero quizá sea el momento de dejar de lado los prejuicios y empezar a plantear soluciones. Cada visitante que no compra son euros que perdemos. Al menos, hay que ofrecerle la posibilidad de entrar en las tiendas.